viernes, 16 de mayo de 2008

AULICINO Y EL CUADERNO CONTABLE HJorgeV.




16/05/2008
Le daban duro
HjorgeV, que ha hecho un comentario en el post "Tahona estuosa", es peruano y vive desde hace 22 años en Alemania.

Si se fijan en el post, HjorgeV pone allí un link que remite a la explicación, o falta de explicación, del hecho de que viva en Alemania, algo misteriosamente vinculado con la muerte de la mujer de Vallejo.

El posteo de HjorgeV incluye una, al parecer, justa crítica a la traducción al alemán de uno de los poemas más populares de Vallejo en América latina: "Piedra negra sobre una piedra blanca". La versión es de Hans Magnus Henzensberger, cuya poesía supimos apreciar, en una traducción bilingüe que nos pareció buena, en la década de los setenta en la Argentina, de su libro "Poesías para los que no leen poesías". Era del cubano Heberto Padilla y la editó Alianza, en Barcelona, en 1972.

Trascribo los versos de Vallejo cuya versión encendió la justa ira del peruano Hjorge, seguidos precisamente de esa traducción:

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

Ein Donnerstag wird sein; denn heut, am Donnerstag,
da ich dies sage, tun mir meine Knochen weh;
noch nie wie heute hab ich mich allein
und meinen Weg erblickt von unserm Ende her.

Dice Hjorge

"Enzensberger ha traducido, por ejemplo, lo siguiente: “porque hoy, jueves, que proso / estos versos, los húmeros me he puesto / a la mala”, más o menos como:

'porque hoy, jueves, / que escribo esto, me duelen los huesos'.

Parece, sin duda, que se trata del mismo Enzensberger, aquel intelectual alemán que tradujo Padilla, que admiraba la revolución cubana y tenía estrecha relación con escritores de habla castellana.

Nuestro corresponsal intenta una solución para la opción horrible elegida por Enzensberger:

"Traducirlo literalmente sería terrible, porque el alemán –fiel a su naturaleza como idioma- acepta, o el latín Humerus o una palabra que es una descripción, casi una monografía en miniatura en sí: Oberarmknochen, ‘hueso de la parte superior del brazo’.

"Tal vez podría haber usado Humerus, pero se habría chocado con que es una palabra que no se usa ni en el lenguaje corriente ni en el literario.

"‘Húmero’ es una palabra ciertamente culta en nuestro idioma, pero no rara. En alemán, además, el plural (Humerii) sonaría aún más pedante por la declinación del latín.

"Pero, ¿es esa razón suficiente para transformar eso de ‘ponerse los húmeros a la mala’ en un ‘dolor de huesos’, banalizando una metáfora preciosa?

"En fin.

"(Incluso habría quedado bien con un simple: “los brazos me he puesto a la mala”.)"

Aquí, dónde tanto debemos Vallejo, no debemos menos a la poesía europea. La alemana quizá no haya dejado la misma huella que la inglesa, la francesa o la italiana, pero desde ha mucho se intenta traducir a Hölderlin, a Rilke, a Trakl, a Brecht, a Celan (rumano-francés de lengua alemana) por no decir Goethe.

¿La huella en Europa de poetas que consideramos básicos en Latinoamérica será del tipo de la que sugiere esa pésima versión de al menos uno de los versos de Vallejo?

El incidentehace pensar si no será en verdad Vallejo un poeta grande-grande en una lengua pequeña-pequeña. ¿Nuestra literatura será tan pequeña como la consideración que nos dispensan en general en la vieja Europa a la que tan ingenuamente nos hemos sentido durante siglos unidos por múltiples lazos?

Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...






El texto de EL CUADERNO CONTABLE.


Por esas cosas que tiene la vida, cuando me enteré de que Georgette Vallejo
había muerto en la Maison de Santé de Lima, supe que ya tenía que abandonar mi país.

Es algo para lo que no tengo explicación.

Jugaba con la idea hacía ya un par de años, es cierto.

Eran años en los que la idea subía y bajaba de mi mente, pasaba por mi pecho y mis muslos como un balón. La lanzaba luego de taquito directamente a mis rodillas, la golpeaba uno, dos, tres, y de allí otra vez la lanzaba a mi cabeza. A su origen.

Estaba de novio con mi idea, como dicen los colombianos de su selección y su relación con la pelota. La acariciaba, la sobaba, la paseaba, le daba mil vueltas y hasta la llegaba a impeler, pero no la metía.

Hasta que en diciembre de 1984 la que había sido la viuda de César Vallejo murió. Fue como una señal para mí.



Tomé la decisión, preparé el viaje y, pocos meses después, ya había dejado todo en Lima y me encontraba rumbo a París.

(Sin saber que ese viaje me iba a llevar directamente a escribir justamente estas líneas, hoy, veintitantos años después pero ya no en Francia de donde huí a la primera buena oportunidad.)

No tengo explicación para esto.

No tengo idea de cómo diablos sentía que de alguna manera mi destino estaba ligado remotamente al del gran poeta peruano y para muchos el mayor de toda la lengua castellana.

Para que se me entienda: viví en París varios meses pero nunca visité la tumba de Vallejo.

Sucede, simplemente, que su poesía me acompaña desde que en el último año de media (educación secundaria) se me encargó recitar Los heraldos negros y la profesora que me lo pidió estropeó de alguna manera mi vida. Pero haciéndola más rica.

Porque sentí que nunca lo podría hacer.

Me rendí. Sin saber bien por qué, tiré la toalla.

Nunca sería capaz de recitar a Vallejo.



Tienen que entenderme: uno de mis sueños –ya- era ser actor. (Siempre he tenido sueños múltiples. Otro era ser arquero, o sea guardameta, guardavalla, portero.)

(Se lo había dicho a mi madre un par de años atrás en un esfuerzo inhumano de confianza y ella me había respondido, parados junto a un cartel cinematográfico del desaparecido cine Metro de la Plaza San Martín y acariciándome la cabeza para consolarme: “No, pues, hijito. No eres rubio”.)

Es más, en esa oportunidad sentí de manera ósea que no habría ser humano capaz de interpretarlos correctamente. Transcribo:


Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

He escuchado varios intentos. (Ahora los evito con cortesía, tal vez por devoción a las letras vallejianas originales.) Y la mayoría se va directamente al pathos. Éste era, en la retórica de Aristóteles, el uso o abuso de los sentimientos humanos para influir en el juicio del jurado; y que también se traduce del griego como ’sufrimiento existencial’.

Que se me entienda bien: Los heraldos negros es un poema que no pertenece a la poesía más cerrada del poeta liberteño.

(Lo vuelvo a tratar ahora: recito de memoria esos oscuros versos y siento que cada vez estoy más cerca de la correcta interpretación, pero aún muy lejos de la palabra original misma.

Me imagino al poeta serio pero sarcástico, hablando pausadamente, con la amargura de un dios controlado pero impotente, rematando cada dos versos con un ¡ja! apenas articulado y audible. ¿Cómo expresar el dolor de ser humano y la confianza en el anteojo mas no en el ojo? )

¿Qué sabemos de César Vallejo?

¿Qué sabe el mundo de él?

Casi nada.

Es casi un desconocido fuera del ámbito hispanohablante.


Aquí en Alemania se le conoce por una traducción bastante deficiente que hizo uno de los gurús de las letras germanas, Hans Magnus Enzensberger, maestro y guía intelectual respetadísimo en este terruño.

Lo de la traducción lo sé de primera fuente –con el libro en mano-, porque yo mismo me he quedado asombrado de la alta ingenuidad (e irresponsabilidad) con la que este famoso de las letras de este país se ha permitido acercarse a la poesía vallejiana.

Me permito tomar al azar el primer ejemplo que me dé la Red. En este mismo momento.

Son las 20:38 del martes 15 de abril del 2008 y se cumplen precisamente hoy 70 años de la muerte del autor de Trilce.

Alimento el buscador googliano con “Enzensberger Vallejo”.

Del primer resultado, transcribo lo siguiente, que -supongo- coincide con lo que yo conozco:

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

Ein Donnerstag wird sein; denn heut, am Donnerstag,
da ich dies sage, tun mir meine Knochen weh;
noch nie wie heute hab ich mich allein
und meinen Weg erblickt von unserm Ende her.

Traducir es traicionar, lo dice de antaño el refrán italiano: Traduttore, tradittore.

No hay duda
.

Y Vallejo, como todo poeta, es –por lo menos- parcialmente intraducible. Si es que se lo llega a ubicar antes, claro.

Pero, ¿es o era esa una razón para banalizar su poesía, para quitarle justo lo que más la caracteriza y diferencia?


Me imagino siendo por lo menos deportado de esta mi segunda patria (no tengo el pasaporte alemán), si yo me atreviera a traducir de forma tan descuidada la poesía de Goethe, Hölderlin, Novalis o la del gran Rainer Maria Rilke.

Enzensberger ha traducido, por ejemplo, lo siguiente: “porque hoy, jueves, que proso / estos versos, los húmeros me he puesto / a la mala”, más o menos como:

“porque hoy, jueves, / que escribo esto, me duelen los huesos”

Qué dolor, por dios.

Óseo, además. (Perdónenme. En ese tiempo no existía el traductor googliano, es decir, no hay por dónde buscar un culpable ajeno.)

Vallejo decía que nació un día que dios estuvo enfermo, grave. Georgette decía que, en su caso, si dios no había estado enfermo, había estado por lo menos de mal humor.

De Enzensberger ahora podemos decir con certeza que en su propio caso dios estuvo, por lo menos, con resaca.

¿Ignoraba ese alemán ilustre que el verbo ‘prosar’ no existe?

Lo dudo.

Acerquémonos con la lupa en mano. O con el microscopio o el telescopio, según el caso.

En un gesto típico vallejiano, el poeta del pueblo andino de Santiago de Chuco no ‘compone’ versos. Ni siquiera los ‘escribe’ como pretende Ekelbergen.

Él los prosa.

(Justo ahora recuerdo -cómo son las cosas- que Ekelbergen fue el apodo que le puse aquí en la Universidad de Colonia cuando todavía no sabía yo que tenía a un semidiós alemán como profesor frente a mí, pero sí sabía de sus meteduras de pata con la obra del autor de Masa. ‘Ekelbergen’ es un juego de palabras, pretendía decir algo así como ‘montañas de asco’ o ‘cerros de repugnancia’ en alemán.)

El detalle es gigante, porque ‘prosa’ según la Academia es, aparte, del género opuesto a la poesía, también ‘el lenguaje prosaico en la poesía’. Y prosaico es, de paso, también ‘vulgar’ e ‘insulso’.

Es decir, escribiendo que ‘prosa versos’, Vallejo se está flagelando por partida doble pero enriqueciendo el lenguaje: nos hace el favor de rebajar doblemente su propia poesía para hacer más grandes las letras castellanas.

No solo afirma que lo suyo no puede ser poético, sino, además, vulgar o insulso.


Es el tipo de humildad soberana y genial de los verdaderamente inmensos, quienes, siéndolo, saben perfectamente, por otro lado, que en el fondo no quedará ni la cal (fosfato cálcico, en realidad) que forma nuestra osamenta. Y tienen que aceptarlo. O no. (En el cómo está la grandeza.)


¿Y qué hace el alemán con estas dos líneas, que aparte de ser un compendio de filosofía y creación literaria, son humildad y simpleza pura?

¡Le saca la raíz cuadrada y divide por dos la expresión reduciéndola a un simple ‘escribir esto’!

[Lo dice la Academia en su primera acepción.

humildad.

(Del lat. humilĭtas, -ātis).

1. f. Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.]




El traductor teutón ni siquiera puso un ‘que escribo estos versos’ o ‘que estos versos escribo’.

Vamos, hasta se le podría haber aceptado un “que estos versos maltrato”.

Pero, no.

A continuación, le sucede algo comprensible: ¿cómo traducir eso de ‘los húmeros me he puesto a la mala’?

No es fácil.

¿Cómo escribir, aún sin traducir, qué tanto nos cuesta a veces ser una simple persona, un ser humano, aceptar el esqueleto y con él, nuestra humanidad y los húmeros, esos huesos de los brazos, de esos brazos que usamos para escribir?

Traducirlo literalmente sería terrible, porque el alemán –fiel a su naturaleza como idioma- acepta, o el latín Humerus o una palabra que es una descripción, casi una monografía en miniatura en sí: Oberarmknochen, ‘hueso de la parte superior del brazo’.

Tal vez podría haber usado Humerus, pero se habría chocado con que es una palabra que no se usa ni en el lenguaje corriente ni en el literario.

‘Húmero’ es una palabra ciertamente culta en nuestro idioma, pero no rara. En alemán, además, el plural (Humerii) sonaría aún más pedante por la declinación del latín.

Pero, ¿es esa razón suficiente para transformar eso de ‘ponerse los húmeros a la mala’ en un ‘dolor de huesos’, banalizando una metáfora preciosa?

En fin
.

(Incluso habría quedado bien con un simple: “los brazos me he puesto a la mala”.)

Hoy se cumplen 70 años, repito, de la muerte del –tal vez, dicen algunos y me incluyo en el paquete- mayor poeta de la lengua castellana.


Su poesía es el dolor puro del hombre -y de la mujer-, los húmeros al aire. Los brazos en hueso vivo.

La constatación de que la existencia es la otra cara de un dios que nació un día que él mismo estuvo enfermo.

Leer su poesía es bajar a recorrer con una linterna de luz negra los cenotes del lenguaje y de la condición humana,
pero jugando a bucear con el idioma pegado al pecho.

César Abraham Vallejo Mendoza ha muerto.

No lo hizo un jueves, aunque tal vez sí con aguacero. Y sí en París.



Traductores como Enzensberger le siguen dando duro, son testigos / los días jueves y los huesos húmeros. Me consta.

Con el palo, irresponsablemente y duro.


HjorgeV, martes 15 de abril del 2008

…..


Mi carta a HJorgeV.



Te felicito por la mención que hace Jorge Aulicino en El estante maldito esta mañana.

Estuve tentada de agregar un comentario diciendo que tuve la delicia de cartearme contigo.

Me limitó el hecho ignorar cual es tu verdadera identidad y me parece un ridículo adoctrinamiento citar a un nick name como interlocutor.

Estoy haciendo una campaña que intenta dejar de lado el anonimato, al que considero una crueldad que intenta la deshumanización del sistema, haciéndolo apto como instrumento para el consumo popular. Se perdería de otra forma, al permitir que cada uno sea una persona identificable, el concepto de elite cultural que mucho barajan como apto para sus cursis intelectualidades y los beneficios económicos, premios, contactos y viajes que ellas arrastran.

Sin embargo, leyéndote uno puede adivinar tu talento y eso hizo nuestro corresponsal de clarin.com. En cambio, como contrapartida en un diario de Misiones (un blog local bastante leído de esa provincia argentina) hay un sector de Poesías, en el que se suben los malísimos poemas dispersos en blogs anónimos por entes que firman boca ardiente, me faltan cinco para el mango o el nervio de Satanás.

Te envío mis saludos y el despertar de tu poema, esa linterna que te fue dada por el proceso onírico se me antojó que era la red telemática con sus sueños de abarcar el mundo y que nos deja esa sensación de espanto con las manos vacías.

Lu
Hola Jorge:

Acabo de borrar varios párrafos sobre este tema interesantísimo que da para varios libros.

A tu pregunta postrera respondería con un claro sí: Europa apenas nos considera.

(Acabo de leer que a la reunión de Lima, Sarkozy, Brown y Berlusconi simplemente no se han aparecido. Una suerte, por lo menos en el caso del italiano, opino yo.)

Ahora que las fronteras del arte y del comercio se han convertido en un gigantesco yin-yang fractal envolviéndose sobre sí mismo como un caracol que se autofagocita y se renueva sin cesar (creando y engullendo nuevas y viejas fronteras), es, curiosamente, el comercio quien nos viene a ‘dar la mano’ de vez en cuando. Y da para varios gustos.

Que Allende venda tanto en Alemania, por ejemplo, solo se puede explicar de esta manera y por el gran trabajo de los traductores.

Recuerdo que cuando postulé a una beca para escritores aquí en Colonia, la responsable me dijo:
-Usted no escribe realismo mágico.
-Qué bueno -le respondí.
-Bueno o no -dijo ella, visiblemente contrariada-. No lo puedo recomendar para la beca.

Deseo que el caso de Enzensberger sea sólo uno aislado o menor. Me consta que las nuevas generaciones académicas son más serias, aún con lo marginal.

Lo malo es que a veces tampoco llegamos a eso: a ser marginales en la atención del lector europeo.

Lo siento también por ellos. Ni siquiera pueden sospechar lo que se pierden.

Saludos desde Colonia


/Jhv EN EL BLOG DE JORGE.

1 comentario:

Luci dijo...

Hola Jorge:

Acabo de borrar varios párrafos sobre este tema interesantísimo que da para varios libros.

A tu pregunta postrera respondería con un claro sí: Europa apenas nos considera.

(Acabo de leer que a la reunión de Lima, Sarkozy, Brown y Berlusconi simplemente no se han aparecido. Una suerte, por lo menos en el caso del italiano, opino yo.)

Ahora que las fronteras del arte y del comercio se han convertido en un gigantesco yin-yang fractal envolviéndose sobre sí mismo como un caracol que se autofagocita y se renueva sin cesar (creando y engullendo nuevas y viejas fronteras), es, curiosamente, el comercio quien nos viene a ‘dar la mano’ de vez en cuando. Y da para varios gustos.

Que Allende venda tanto en Alemania, por ejemplo, solo se puede explicar de esta manera y por el gran trabajo de los traductores.

Recuerdo que cuando postulé a una beca para escritores aquí en Colonia, la responsable me dijo:
-Usted no escribe realismo mágico.
-Qué bueno -le respondí.
-Bueno o no -dijo ella, visiblemente contrariada-. No lo puedo recomendar para la beca.

Deseo que el caso de Enzensberger sea sólo uno aislado o menor. Me consta que las nuevas generaciones académicas son más serias, aún con lo marginal.

Lo malo es que a veces tampoco llegamos a eso: a ser marginales en la atención del lector europeo.

Lo siento también por ellos. Ni siquiera pueden sospechar lo que se pierden.

Saludos desde Colonia


JHV EN EL BLOG DE JORGE