domingo, 27 de mayo de 2012

crónica dialogada



La policía traslada el cadáver de una mujer embarazada muerta en el atentado de Hipercor, el 19 de junio de 1987. / ANTONIO ESPEJO
—Te quería ver la cara. Y decirte muchas cosas. Que me habéis devorado la vida. A mí y a muchos otros. En Hipercor matasteis a un montón de gente, a un montón de niños... ¿Qué os habíamos hecho?
—Mire usted…
—Quiero que hablemos de tú a tú. Y mirándonos a los ojos. Porque hablando se entiende la gente, no con tiros ¿Me puedes contar qué pasó ese día, qué sentiste? Llevo mucho tiempo queriendo saber muchas cosas.
—Sí, sí. Te lo voy a contar todo.
Rosa interpelaba así en la cárcel, el pasado mes de noviembre, al exjefe del comando Barcelona de ETA, Rafael Caride Simón. Sus vidas se cruzaron trágicamente hace 25 años, el 19 de junio de 1987. Ella hacía la compra, como cada viernes a mediodía, en el Hipercor de la capital catalana con su marido y su hijo de tres años. A las cuatro y diez estaba en la planta de arriba, “donde la fruta”, cuando “el techo, comenzó a venirse abajo”. ETA había colocado un coche bomba en el aparcamiento. Ella, aparte de sufrir múltiples heridas, quedó sorda de un oído y lleva desde entonces recibiendo asistencia psicológica por lo que presenció. Fue el atentado más sangriento de la banda; una masacre indiscriminada en la que murieron 21 personas, la mayoría abrasadas o asfixiadas, y otras 45 resultaron heridas.
El responsable del comando, Caride Simón, fue condenado a 790 años de cárcel por esos crímenes —junto a Santiago Arróspide, Santi Potros, Domingo Troitiño y Josefa Ernaga—. Ahora, con 62 años, cumple pena en Zaballa (Álava) apartado de ETA y su disciplina. A finales de noviembre de 2011 se encontraba en la prisión de Navalcarnero (Madrid) para testificar en un juicio en la Audiencia Nacional. Fue allí donde se reunió con su víctima, dentro del programa de encuentros impulsado por el anterior Ejecutivo socialista que ha reunido hasta el momento a 11 reclusos de ETA con 11 víctimas y que el Gobierno de Mariano Rajoy ha incluido dentro del nuevo plan de reinserción de presos —aunque aún no está claro cómo se van a llevar a cabo a partir de ahora—. La prioridad, según el Ministerio del Interior, será reunir a las víctimas con el autor material del atentado que les afectó directamente. Es lo que ocurrió en este caso.
La víctima, Rosa M. P., prefiere no aparecer con sus apellidos. Sus hijos no saben que se reunió con Caride Simón. “Se trata de un tema difícil. Con mi hijo no puedo aún hablar de ello”, explica en la oficina de la Asociación Catalana de Víctimas del Terrorismo, en el centro de Barcelona.
El día del encuentro, llegó nerviosa a Madrid. Siguió estándolo mientras comía con los dos mediadores que la acompañaron a la prisión. La primera impresión que recuerda es el frío. “La frialdad de la cárcel es terrible. Fuera de lo normal. Se te mete en los huesos. Cuando llegamos, nos saludó el director de la prisión. Después empezaron a abrirse y a cerrarse puertas. Como en una película. Como no sabemos nada de las cárceles, te impresiona cuando lo ves”. Después entró en una habitación con dos mesas y cuatro sillas. Y un espejo al fondo.

¿No sentías nada? ¿Qué pensabais cuando mirabais la tele?
Rosa M. P
Uf... No sé. Decíamos: ‘Joder,  joder'
Caride Simón
Al cabo de un rato, entró Caride Simón en el cuarto. Se dieron la mano. La mediadora hizo la presentación, y comenzaron a hablar. Rosa tenía preguntas guardadas desde hace años. Así es como recuerda parte de la conversación que mantuvieron:
—¿Dormisteis en Barcelona la noche anterior a la bomba?
—Sí. En la calle Mallorca. Al día siguiente, el sitio que habíamos elegido en el aparcamiento para poner el coche no estaba libre. Y acabó en otro sitio. Hicimos una primera llamada a la policía, pero no nos creyeron. Dijimos: ‘En tal zona, en tal sitio hay un coche bomba con tanta carga’. Pero nada. No pasó nada. Hicimos una segunda llamada y tampoco nos creyeron. Insistimos una tercera vez en que había una bomba. Como no hacían caso, me acerqué yo mismo al Hipercor. Di unas cuantas vueltas y vi que a la gente la seguían dejando pasar.
—A mí, por ejemplo, me dejaron pasar.
—La policía no hizo nada.
—Ya, pero la culpa no fue de ellos, sino vuestra, tuya, de los que pusisteis la bomba. Porque si yo ahora le digo a alguien que mate a otra persona y lo hace, la culpa será suya. ¿Y qué hiciste después de pasar por allí y ver que no pasaba nada?
—Desde una cabina cercana yo mismo volví a llamar de nuevo. Y luego me fui a casa. Allí pusimos la tele. Y empezamos a ver lo que estaba pasando.
—¿Y qué sentiste? Te voy a contar cómo fue para mí. De repente se me cayó todo el techo encima. Eran como cuchillos cayendo sobre la gente. Cortando cuerpos. Había mucho humo. Mucho fuego. Mi marido nos arrastró a mi hijo, a mí y a otra chica. Salimos entre las llamas. Cuando nos cogíamos entre nosotros, la carne se nos quedaba en las manos. Había mucha gente ensangrentada. Quemada. La gente gritaba ‘el gas, el gas, que va a explotar el gas…’ Fuimos a la planta de arriba y ya no puedo contar nada más porque no me acuerdo de lo que pasó. Pero sí te digo que a los 15 días yo me hubiera tirado por el balcón. Porque mi vida no tenía sentido. No me importaba nadie. Me habíais roto la vida. Ver volar a la gente es una imagen que no se me olvidará nunca. A mi hijo, que iba en el carrito, se le reventó el bollo que llevaba encima y pensé que se le había reventado el corazón. No sabes el infierno que fue aquello que tú provocaste. Porque la responsabilidad última es del que organiza el atentado y pone la bomba. Si yo le digo a alguien que mate y lo hace, la culpa será suya. ¿Qué sentiste cuando viste lo que había pasado?
—Uf... no sé.
—¿No sentías nada? ¿Qué pensabais cuando mirabais la tele?
—Decíamos ‘joder, joder’.
—¿Y os fuisteis a dormir tranquilamente?
—Y qué íbamos a hacer...
—¿Y pusisteis tarta y todo para celebrarlo?
—No. Nada de eso.
—Piensa que yo vengo a hablar contigo y puedo hacerlo, y que ese día no murió ninguno de mis seres queridos, pero hay gente que no podría. Personas que ese día se quedaron sin hijos, o sin marido o mujer, o sin nadie. O quemados de por vida. Poner una bomba y causar tanto dolor a personas que no te habían hecho absolutamente nada es de una cobardía infinita. Muchas víctimas no podrían perdonarte.
—Lo entiendo.
—¿Qué pensarías si alguien hubiera tratado de matar a tu familia?
—Pues probablemente estaría peor que tú en este momento.
Este diálogo no es una reconstrucción literal, sino el recuerdo que guarda en su memoria la víctima. Ella asegura que estuvo tranquila, serena. “Le quería decir muchas cosas, pero con calma. Se lo dije: ‘Con odio no se consigue nada. Solo genera más odio. No es lo que les he enseñado a mis hijos, y nosotros vivimos en paz con nosotros mismos. Vosotros, nunca debisteis pegar tiros y poner bombas. El sufrimiento que causasteis en Hipercor fue inmenso, indescriptible”.
Recuerda que él le reconoció que se había dado cuenta del daño causado por él mismo y por ETA y de que matar no era el camino para alcanzar objetivos políticos. Le explicó que había tenido problemas con la organización cuando empezó a desvincularse, y que tanto entrar en ETA como abandonarla le había causado problemas con distintas personas de su entorno. Porque es mucho más fácil entrar que salir de una banda terrorista.
Antes de irse, ella le entregó una carta que le había escrito. “Para que la leas muchas veces”, le dijo. Y le regaló un libro sobre los ángeles.
—No soy religioso
—No es sobre Dios. Es para que te haga compañía. A mí me ha ayudado cuando he estado más desesperada”.
Después de casi tres horas, se despidieron. Se dieron la mano. “Te doy las gracias por la valentía que has tenido al venir”, le dijo Caride. “Dile a tu marido que lo siento. De todo corazón”.
 Al salir de la cárcel, ella rompió a llorar por la tensión. Aún tenía que asimilar lo que había ocurrido. Ahora ya lo ha hecho. “Entiendo que muchas víctimas no podrían ni querrían hablar con el terrorista. Pero a mí me ha ayudado. Las imágenes de ese día, y sobre todo, como ahora, cuando se acerca el aniversario, las tengo siempre encima. Es como un libro del que siempre leo la misma página. Pero quiero pasar a la siguiente. Nunca se me olvidará lo que pasó, pero, si hablas, lo sacas. Y prefiero que él se haya dado cuenta de lo que ha hecho y sea consciente del dolor que ha causado. Yo le mostré el sufrimiento, el mío propio y el de otra gente cercana, que han causado las bombas que él usaba para conseguir un fin político”.
La mediadora le contó más tarde que Caride había leído el libro que le regaló, y más de una vez. Quizá se vean de nuevo. Ella asegura que estaría dispuesta.

lunes, 6 de julio de 2009

Murió Robert McNamara, el polémico ex secretario de Defensa de EE.UU.


13:16

Tenía 93 años y ocupó ese cargo entre 1961 y 1968. Le llovieron críticas por impulsar la guerra de Vietnam. Fue uno de los funcionarios más influyentes de su país.


DISCURSO. McNamara, en 2001. Murió hoy, a los 93 años. (AP)
Robert Strange McNamara, el ex secretario de Defensa que impulsó la guerra más controversial de Estados Unidos, la de Vietnam, murió hoy a la madrugada a los 93 años. Su esposa Diana afirmó que había estado enfermo desde hacía algún tiempo.

A pesar de todos sus esfuerzos para borrar la polémica imagen que tenía, el funcionario nunca logró desvincularse del desastre de Vietnam, a tal punto que en ciertos círculos se la llamaba "la guerra de McNamara".

El ex funcionario ocupaba la presidencia de la compañía Ford Motor cuando fue reclutado por el presidente John F. Kennedy para que manejara el Pentágono en 1961. En ese momento era conocido como un estratega político con una fijación por el análisis estadístico. Permaneció en ese puesto siete años.

Antes de convertirse en uno de los principales artífices de la guerra en Vietnam, tuvo también un papel relevante en la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, en 1962, ya que era partidario de la línea más dura.

Su vínculo con Vietnam se volvió intensamente personal. Incluso su hijo, un estudiante de la Universidad de Stanford, protestó contra la guerra mientras su padre la estaba llevando a cabo. En Harvard, McNamara tuvo en una ocasión que escapar de una turba de estudiantes a través de túneles subterráneos de servicios.

Luego de dejar el Pentágono al borde de un colapso nervioso, se convirtió en presidente del Banco Mundial y dedicó su ímpetu evangélico a la creencia de que mejorar la vida de las comunidades rurales de los países en vías de desarrollo era un camino más prometedor hacia la paz que el aumento de armas y ejércitos.

McNamara rechazó durante muchos años escribir sus memorias, establecer su punto de vista sobre la guerra y hablar sobre los cruces con sus generales. A principios de la década de los 90 comenzó a abrirse.


En 1991 le dijo a la revista Time que no pensaba que funcionaría el bombardeo a Vietnam del Norte, la mayor campaña militar aérea de la historia hasta nuestros tiempos, pero que lo hizo "porque queríamos probar en primer lugar que no funcionaría y (porque) otras personas pensaban que sí".


Finalmente, en 1995, cuando ya había terminado la Guerra Fría, hizo una confesión pública. Definió a aquel conflicto como "equivocado, decididamente equivocado".

viernes, 29 de mayo de 2009

La mamá de Lanata.

Por Jorge Lanata
Sábado 15 de noviembre de 2008 | Publicado en la Edición impresa

Quiero contarles mi asombro por la cantidad increíble de saludos, recortes, papelitos, mensajes, por el tema de mi vieja, que, por otro lado, está mejor. Me impresionó mucho porque ustedes no la conocen. Entonces, les quería contar cómo es. Por varios motivos, pero porque también creo que nos puede enseñar algunas cosas a todos.
Recién el jueves pasado supe, con certeza, el nombre de la enfermedad que mi madre sufrió durante los últimos treinta y dos años: se llamaba meningioma, y es una especie de tumor cerebral. Fue un meningioma lo que le sacaron de la cabeza un día de 1968 en un quirófano del Sanatorio Mitre. Yo tenía ocho años. Las diecinueve horas de cirugía le dejaron terribles secuelas: todo el costado derecho de su cuerpo quedó casi paralizado y desde entonces mamá está anudada en una tortuosa cuadriplejia y su cerebro perdió la posibilidad de formar palabras; aunque no la de emitir sonidos: puede decir que no, o que sí, o que "¡Uuauu!" o "¡Eeehhh!". Sonidos, pero no articular otra cosa con su voz.
Hace treinta y dos años que me comunico así con ella, del mismo modo, con miradas y monosílabos, con palabras que no son.
Cuando recuerdo esos años, el espejo me muestra al chico más triste que vi en mi vida.
Una enfermedad no es algo que aparece gradualmente en una casa. Es algo que bombardea una casa. Un día, porque sí, el destino bombardea y desde entonces la vida se divide en antes y después de aquella aplanadora.
Entonces uno empieza a decir: "No? eso fue mucho antes de que se enfermara tu mamá?".
O uno escucha decir: "A ver, a ver, pará? la Angélica se enfermó?".
Cualquier futuro, cualquier sueño, cualquier deseo, a partir de ese momento, sólo va a ser posible el día que "tu mamá se cure".

Cualquier cosa que vos quieras hacer, sentir, vivir, recién va a ser posible a partir de ahí. Ese día, el día en el que tu mamá se cure, vas a poder darte el atracón de lo que quieras, y ya vas a poder cruzar la calle solo, y ese día la vida volverá a ser distinta, como lo era antes de que tu vieja se enfermara.
Después vino un médico, después dos, después una enfermera, un kinesiólogo, algunas brujas, libros de esoterismo mezclados entre los pesados tomos de anatomía. Y también lo lógico: los horarios, la rutina de lo excepcional, las decisiones basadas en el bien común. Alguien dijo que en esa casa un chico tan chico podía ser una molestia y terminé viviendo con mi tía Nélida y mi abuela. Y hubo también el día en el que los cambios dejaron de cambiar, y los treinta y dos años siguientes fueron bastante parecidos.

Es difícil transformar en palabras lo que nos dijimos, lo que nos decimos con mi madre en estos treinta y largos años: yo aprendí de ella que el borde de la cama o la distancia desde el baño hasta el cuarto es mucho mayor que la que separa al Himalaya o el Nilo de cualquier observador. No hay distancia más larga que la que se te escapa de las manos cuando no te podés levantar.

En estos treinta y dos siglos no hemos visto juntos ni un solo recorte de diario, ni un noticiero, ni un comentario de actualidad. Pero no dudaría un segundo sobre lo parecidas que deben ser nuestras opiniones sobre la vida.

Sé que mi madre es alta porque me he parado a su lado para darle apoyo, pero nunca la vi de pie; y sé que sus ojos son profundos, verdes y profundos, porque puedo nadar en ellos. Sé que amó como a nadie al cabeza dura de mi viejo, y lo sé aunque nunca la escuché diciéndole: "Te quiero", y nunca los vi tampoco besarse en la boca.

Me desvelé mucho tiempo, mucho tiempo, tratando de adivinar en qué cosas pensaría mamá. ¿Qué decía su silencio cuando dormía y sus ojos estaban cerrados? ¿Qué diría en su aburrimiento? ¿Qué canciones no podía tararear?

Alguna vez me propuse verla, descifrarla, mientras la miraba. Y fue mucho más fácil de lo que pensé: mi mamá se ríe, tiene sentido del humor. Se ríe y se ríe todo el tiempo. Es cálida, besa amistosamente a quienes recién conoce, y les sujeta la mano mientras lo hace. Y si no fuera todo tan absurdo, yo diría que mamá está ahí, tratando de consolar a los demás por ser tipos tan normales, tipos que hablan tanto y ven tan poco.

Le hago bromas sobre las sorderas o las mañas de mi tía Nélida, y mamá las escucha, cómplice, y estalla en una carcajada. Pero, claro, no siempre está así: otras veces nada en medio de una laguna quieta, inaccesible, sonrisa inmóvil de sauce llorón.

La semana pasada estuvo cuatro días en una especie de coma leve: había perdido contacto con el exterior. Pensé, por primera vez después de treinta y dos años, que no iba a poder recuperarse. Si le hablaba al oído, podía notarse que era mucha, muchísima, la distancia que mi voz tenía que recorrer para llegar a su conciencia.
Pasó un día, y otro, y otro día más. Y de nuevo volvió mamá desde Ningún Lugar, abrió los ojos en esta ciudad de cinco grados bajos cero, sonrió a pleno y le dio un beso a cada uno de los tres médicos que tenía alrededor, que no lo podían creer. Desde entonces fue mejorando poco a poco y la anécdota de "la besuqueira" forma parte de la vida del Hospital Británico.

También empezó a reírse más, y con más ganas.

Ayer estaba un poco cansada, y pasó gran parte del día durmiendo, en ese país al que no puedo llegar. Esta tarde estaba mejor otra vez. Ella, mi mamá, que lleva treinta y dos años sin poder formar una palabra y sin moverse con independencia. Hay algo que mamá no nos terminó de enseñar. Y es obvio que le molesta dejar las cosas por la mitad.

[Editorial leído en el programa Día D]

*Fuente:
http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1069761&origen=relacionadas
Tomás Eloy Martinez
para LA NACION


Entre las muchas herencias maléficas que la administración de George Walker Bush le deja a Barack Obama, la economía en ruinas es la más evidente, pero quizá no la más ardua de superar. Como pocas veces antes, el miedo que la Casa Blanca instiló en los Estados Unidos día tras día desde el 11 de septiembre de 2001 ha servido como herramienta para controlar a los ciudadanos. En Bowling for Columbine , el documental sobre la masacre que dos adolescentes armados provocaron en una escuela de Denver, Michael Moore comparó los 151 homicidios anuales de Canadá con los 11.798 de los Estados
Unidos y advirtió que la razón de la diferencia estaba en el miedo. Según Moore, los norteamericanos creen que el delito aumenta, cuando en verdad las estadísticas indican que disminuye. Con todo, la tasa de reclusos en las prisiones del país es la más alta del mundo: 1% de los adultos. Alimentado por medios de comunicación que convierten cada caso en un fenómeno, el país vive sumido en La cultura del miedo , como titula Barry Glassner un libro citado por Moore.
El miedo es una condición necesaria para el capitalismo moderno: sin el temor a ser rechazado por no usar el dentífrico correcto, el auto de moda o el último teléfono celular, los seres humanos podrían vivir satisfechos, pero faltarían a su función de consumidores. No hace falta que el temor se encarne en factores reales, como los atentados contra las Torres Gemelas: Bush se valió de informes falsos para invadir Irak, pero sus estímulos a la paranoia le permitieron ser reelegido. Los norteamericanos han aprendido que desoír los mandatos de la Constitución y permitir la autorregulación del mercado financiero son estrategias de desgracia que pueden arrastrarlos a la bancarrota. Ahora que la elección de Obama les permite recobrar el aliento, no saben cómo quitarse de encima las telarañas del miedo que se les han enredado en el alma.
La amenaza de una desgracia súbita asoma en todas las conversaciones. La menor de mis hijas, que cursa el último semestre en una universidad del estado de Nueva York, me contó que sus compañeros no hablan casi de otra cosa. La amenaza de una pesadilla circula como un torrente venenoso por los blogs y los celulares. Acaban de aprender la lección de la esperanza y no se resignan a que un mal viento se las arrebate. Los magnicidios dejaron cicatrices perdurables en la historia del país, desde Abraham Lincoln en 1865 hasta John F. Kennedy en 1963, y todos se aterran ante la idea de que Obama se convierta en otra promesa segada.
Cuando el líder de los derechos civiles Martin Luther King y el precandidato demócrata Bob Kennedy fueron asesinados con dos meses de diferencia, en 1968, Obama tenía 6 años. Acaso esa memoria, que marcó a toda una generación, hizo que le resultara natural ser el primero de los aspirantes protegido en las primarias por una docena de agentes del Servicio Secreto (el mismo número asignado a Bush), que lo siguió a lo largo de la campaña.
"Ojalá viviéramos en un país donde la raza no fuera un problema", dijo el senador Dick Durban, de la comisión que autorizó la seguridad, "pero que se trate de un afroamericano aumenta su vulnerabilidad".
El FBI analizó más de quinientas amenazas de muerte contra Obama, cien de ellas de carácter racista. Desde que se convirtió en presidente electo, su casa, en Chicago, se ha vuelto inaccesible: calles cortadas, cabinas de control, barreras contra ataques suicidas. En la madrugada del 5 de noviembre, mientras todavía se contaban los votos, entre los mensajes en la Web hubo muchos cargados de odio fanático: "Hay que acabar con Obama", "Hay que matar a Obama ya mismo, antes de que termine con el país". Como escribió Elias Canetti al final de su clásico Masa y poder : "Detrás de cada paranoia, como detrás de cada poder, se halla el mismo deseo de barrer a los otros del camino, para ser el único".
El miedo a que Obama sea un nuevo Kennedy se suma a las comparaciones con el ex presidente asesinado que tanto seducen a la prensa mundial. Una y otra vez se repiten los atributos en común: ambos senadores jóvenes y brillantes; los dos representan a minorías influyentes: católico uno, afroamericano el otro; hasta sus bellas y elegantes esposas acentúan las semejanzas. Más significativas aún son las coincidencias de sus compañeros de fórmula: Lyndon B. Johnson, el vicepresidente de JFK, era un político experimentado, jefe de la mayoría demócrata del Senado; Joe Biden, que lleva 36 años en esa
cámara, ve a Johnson como uno de sus modelos. Leí en el semanario The New Yorker del 8 de octubre que Biden se resistió a secundar a Obama en la fórmula hasta que éste le prometió que le permitiría ayudarlo a gobernar: "Si me necesitas sólo para que te ayude a ganar la presidencia, puedo hacerlo de otro modo. No quiero estar al margen de las grandes decisiones".
Poco importa que Obama no haya contado con un padre que le abriera el camino a la política con dinero e influencias, o que Kennedy haya combatido en la Segunda Guerra Mundial e intensificado su preparación en política exterior antes de llegar a la Casa Blanca. Más importa, acaso, indagar en los motivos del deseo que, detrás del temor, acerca a los dos hombres. Porque tanto Kennedy como Obama llegaron a la Casa Blanca casi desde la nada, empujados por una simple palabra: cambio.
Cuando aceptó la nominación del Partido Demócrata, en 1960, Kennedy lanzó en su discurso un eslogan que se convirtió en la marca de su breve mandato: la Nueva Frontera. Era el tiempo de la Guerra Fría, de la lucha por los derechos civiles y de la modernización tecnológica. En el Coliseo de Los Angeles, el Oeste, que alguna vez había sido la última frontera para los colonos norteamericanos, dijo Kennedy: "Estamos al borde de una nueva frontera, la frontera de las esperanzas y los sueños por cumplirse. Más allá de esa frontera se hallan las tierras inexploradas de la ciencia y el espacio, los conflictos irresueltos de la guerra y la paz, los problemas pendientes de la ignorancia y el prejuicio, las preguntas sin respuesta de la pobreza y la abundancia". Con idéntica actualidad, pidió que lo votara "la gente sin seguro de salud, las familias sin un hogar decente, los padres de niños mal alimentados y sin escuelas. Todos ellos saben que ha llegado el tiempo del cambio". Palabras más o menos, Obama repitió esa letanía.
El nuevo presidente fue elegido para ejecutar el cambio por el 95% de los negros, 67% de los latinos, 66% de los jóvenes y el 58% de las mujeres. En esos grupos se concentra buena parte de los 760.000 norteamericanos que perdieron sus empleos en los últimos diez meses, una caída constante que dejó la tasa de desocupación en 6,5%y que podría llegar al 8% a fin de año.
Ellos lo votaron y él ha pedido mil días para salir del agujero negro. En tiempos de Kennedy, cien días eran suficientes para evaluar la eficacia del gobierno. Pero ahora, como escribió Zygmunt Bauman, "la política es un tira y afloja entre la velocidad con la que el capital se mueve y la cada vez más disminuida capacidad de acción de los poderes locales". Hasta el presidente de la principal potencia mundial carece de fuerza para torcer el rumbo de los mercados globalizados.
Obama se ha dado cuenta al instante de la vastedad de la tarea y, para que sus acciones de gobierno sean más ágiles, ha identificado doscientas decisiones del presidente actual que deben desactivarse, por
inconstitucionales o por desastrosas. No por nada George W. Bush ha logrado el milagro de superar en impopularidad a Richard Nixon: lo desaprueba el 76% de los norteamericanos, 10% más de los que repudiaban a Nixon en pleno escándalo Watergate. Pero aunque ambos disientan en temas medulares, como la guerra en Irak, el cierre de la prisión de Guantánamo, la crisis energética, la investigación de células madre o la inmigración, esos actos no atenúan la urgencia del mandato central que Obama ha recibido. Lo que sus votantes reclaman es que detenga cuanto antes la velocidad con que se empobrecen los habitantes de un país que siempre se jactó de ser tierra de oportunidades.
Aunque los republicanos se oponen, Obama quiere cambiar las leyes de quiebra, para que los jueces puedan autorizar algo que ahora sólo se permite a las empresas: que la gente pueda renegociar las hipotecas impagables y conservar sus casas. Los estados y las ciudades recibirán del gobierno federal fondos para ampliar los seguros de desempleo y los vales de comida.
A casi medio siglo del discurso de Kennedy, los sueños de otras generaciones han sido desgarrados por las políticas neoliberales y la globalización.
Obama cree que puede torcer ese destino y poner en marcha el cambio. "Tal vez no lleguemos en un año ni en un solo mandato", dijo, al anunciar su triunfo. "Sin embargo, compatriotas, nunca tuve, como esta noche, tanta esperanza."
Ver la luz de la costa después del naufragio ha costado tanto, que sus compatriotas tiemblan ante la idea de una ráfaga de violencia. Para alejar a los fantasmas, Obama llegará a las escalinatas del Capitolio el 20 de enero de 2009 e ingresará a la Casa Blanca en un Cadillac de titanio, acero y cerámica, resistente a las balas y las granadas, seguido por un cortejo de seguridad con camionetas llenas de hombres armados y un automóvil preparado para neutralizar cualquier ofensiva, aun las que se intenten con armas no convencionales. Kennedy no imaginó -no podía hacerlo- que también el odio y la intolerancia crean nuevas e imprevistas fronteras en la historia de la especie humana.

*Fuente: La Nación
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1070149&pid=5372878&toi=6486

miércoles, 20 de mayo de 2009

En los últimos días, algunos medios comenzaron a preguntarse si la candidatura a la presidencia por parte de Cristina Fernández que obligó al actual mandatario Néstor Kirchner a no presentarse a un nuevo período presidencial no estaría vinculada a la eventual enfermedad de su marido y la consecuente imposibilidad de ejercer un nuevo mandato.
Por Christian Sanz

NuevoEncuentro 23/07/07


De a poco comienza a hablarse de un tema que ha sido tabú hasta ahora y que pocos medios nos hemos atrevido a investigar.
Por caso, hace más de un año -en marzo de 2006-, desde este periódico dimos todos los detalles relacionados a la grave enfermedad presidencial y anticipamos la posibilidad de que cediera su deseo de continuar en la primera magistratura por la patología que lo aqueja.
Así se comentó*: "Cuando se habla off the record con personas que gozaron de la íntima confianza del presidente Kirchner en sus años de gobierno en Santa Cruz, todos admiten en afirmar que hay una palabra que causa terror en el entorno kirchnerista y cuya pronunciación está prohibida: cáncer.
'El Presidente sufre de cáncer en la zona duodenal y para tratarse hizo varios viajes al exterior, incluyendo a Cuba. Por un tiempo ha dominado el malestar, pero todos los problemas políticos de los últimos tiempos han acelerado su desmejoramiento y ha resurgido el problema fuertemente', aseguró uno de los consultados por este medio, ex funcionario de Santa Cruz.
(.) Más allá de cualquier especulación, los reiterados viajes del Presidente a El Calafate son conocidos públicamente. Suele decirse en comunicados oficiales emitidos por el Gobierno que se trata de viajes de descanso, pero la realidad -siempre de acuerdo a las fuentes consultadas- es que Kirchner viaja cada fin de semana para tratar su grave enfermedad. Pocos saben que, antes de su última reelección en 1998 -de acuerdo a una fuente médica de una clínica privada santacruceña llamada Medisur- Kirchner fue sometido a una colostomía. 'No hay seguridad si la colostomía fue permanente o temporal pero se llevó a cabo entre fines del '97 y '98 y está confirmado que padece de cáncer de colon. La historia médica ni siquiera está en el Hospital Regional de Río Gallegos y ningún rastro de prescripciones o partes médicos quedan registrado en la bitácora de donde se asiste'. Aunque los datos son elocuentes por sí mismos, hay un interesante indicio que aporta aún más claridad a la discusión: el padre de Néstor Kirchner murió a causa de un avanzado cáncer de colon. Quienes conocen sobre esta enfermedad aseguran que, en la mayoría de los casos, la misma es hereditaria".
No es un tema menor. La salud de un Presidente en cualquier otro país es tratado como un tema de Estado, salvo en el nuestro. Acá queda supeditado a los humores de los funcionarios de turno, como si fuera un mero caso de corrupción oficial más.
Esta conducta, típica del kirchnerismo, es mucho más grave que cualquier eventual enfermedad en sí misma...


CHRISTIAN SANZ
Desde la redacción de Tribuna de Periodistas

* El artículo mencionado, muy cuidado en su indagación, puede verse completo en:
http://www.periodicotribuna.com.ar/Articulo.asp?Articulo=2076

martes, 19 de mayo de 2009

Encuentro de Centros de Estudiantes en Avellaneda
Lunes 20 de octubre de 2008




El pasado sábado 11 de octubre en la sede de la CTA Avellaneda, Avenida Mitre 1340, la Juventud de la CTA de Avellaneda llevó a cabo el “1º Encuentro de Centros de Estudiantes de Avellaneda”.

En el mismo participaron estudiantes de diferentes escuelas, entre ellas la E.M. N º 10, E.M. N º 18 (ex E.N.S.P.A.), del Normal Nº 5 de Barracas. Participaron la secretaria general y la de Formación de la CTA de Avellaneda.


En la presentación del encuentro se abordó a modo de introducción cómo desde la CTA se impulsa la organización de los distintos sectores de nuestra comunidad, focalizando en la importancia que tiene para nuestro pueblo luchar por un proyecto de país inclusivo para todos y con todos, por esto es que se enfatizó en que los estudiantes juegan un rol protagónico siendo ellos quienes deben discutir y pensar como organizarse. Así como también se habló de la estrategia que se viene llevando a cabo desde la Central y el SUTEBA en la conformación y consolidación de Centros de Estudiantes en las escuelas del distrito y en la provincia de Buenos Aires.

Se realizaron varias intervenciones contando las diferentes experiencias de los estudiantes secundarios en cada escuela, y en la comunidad educativa en general; algunos contaron desde que problemas tienen a la hora de empezar a juntarse, en otra escuela como fueron sus primeros pasos y cuales son las actividades que realizan en la donde funciona el Centro de Estudiantes. Sintetizando diversas formas de participación, de ganas, con los que quieren empezar a organizarse y aquellos que ya están organizados. En fín, a lo largo de la jornada se compartieron dudas, opiniones y vivencias.

Fueron los estudiantes los que comentaron los problemas que atraviesan en la escuela hoy para lograr la conformación del Centro de Estudiantes, para generar mayor participación de sus compañeros tanto en el Centro de Estudiantes como en las problemáticas intrínsecas de la escuela, para que sus propuestas y reclamos sean escuchados y tomados en cuenta por la dirección o autoridades locales, para obtener un espacio físico dentro de la escuela y sobretodo para aportar como estudiantes su mirada frente a un proceso educativo del que todos (estudiantes, profesores, directivos, comunidad educativa en general) forman parte.

En las conclusiones del encuentro se definió que desde la Juventud de la CTA de Avellaneda los estudiantes secundarios tienen un espacio para que se encuentren, interactúen e intercambien experiencias, opiniones y se organicen. El encuentro fue muy positivo y sentó las bases para llevar a cabo diferentes acciones en esta temática y en otras que ellos propongan en el distrito de Avellaneda.

Primer encuentro en Pehuajó

Se realizó el pasado miércoles 8 de octubre el primer encuentro de estudiantes secundarios en Pehuajó. Los participantes se fueron muy conformes de la discusión mantenida en marco de las actividades llevadas a cabo durante la presencia de la “Muestra itinerante por la Memoria, Identidad y Justicia” en la ciudad.

El colegio Nacional fue el que contuvo a las decenas de alumnos que se acercaron. Participaron compañeros de diversas escuelas de la zona. Algunas de ellas ya contaban con formas de organización y participación, mediante cuerpos de delegados u otras maneras alternativas.

Cerca de las 9.30, el compañero Marcelo Ciopetini, secretario general de la CTA de Pehuajó dio inicio al encuentro. Luego tomó la palabra Matias Jauregui Lorda, de la Juventud de CTA de la provincia de Buenos Aires, quién resaltó la importancia de la organización de los estudiantes secundarios. “Si participamos en la escuela, vamos a poder hacerlo como futuros trabajadores e individuos de la sociedad”, señaló.

También estuvo presente Fernando Grenno, estudiante de Ciencias Políticas de la UBA, quién contó su situación de procesamiento policial por realizar unas pintadas en denuncia de la aparición de Julio López en la Ciudad de Buenos Aires. El caso por el que lo acusan podría llevarlo a prisión entre 3 meses y 4 años. Relató las diferentes acciones que está realizando para poder ser desprocesado, y pidió a los estudiantes su cooperación firmando un petitorio.

El compañero de la Juventud de CTA retomó la charla y comentó sobre el modelo de estatuto vigente según la Resolución 4900/05. Se generó una interesante discusión donde diferentes estudiantes de distintas escuelas dieron su opinión al respecto de la organización secundaria. Los alumnos quedaron muy entusiasmados y se comprometieron a profundizar el tema en sus escuelas para poder así comenzar a formar Centros de Estudiantes en la ciudad.

Fuente: Equipo de Comunicación de la Juventud de la CTA Nacional

domingo, 10 de mayo de 2009

Tango

permítanme este aporte:

José Gobello, Conversando tangos, Buenos Aires: A. Peña Lillo Editor, 1976.

¿Cuál es el tono de las letras de tango?

Creo que ese tono es dado por la coincidencia de varias circunstancias.

En primer término, la letra debe contar una historia popular, y aquí pienso en el sentido de gente común. que tiene también la palabra pueblo; es decir, debe contar una historia que puede ocurrirle a la mayoría de la gente.

En segundo término, esa historia tiene que ser personal, y
no social.
El tango no canta temas sociales. Cuando toca un tema social, lo transfiere al plano personal. Para el tango no existe el pueblo como entidad abstracta o ideal, sino la gente de carne y hueso. Las ideas puras no se dan en el tango.

En tercer lugar, la historia debe ser triste. Ya se sabe que el tango
es sentimental y sentimental quiere decir dado a la compasión y a la ternura.


Por supuesto, el tango también puede ser bravío; pero aun entonces debe contar acontecimientos fatales, acontecimientos desgraciados e infelices; por ejemplo, traiciones y venganzas.

Y, por fin, el tango debe ser nostálgico; es decir, debe retomar con dolor, con melancolía, a las cosas del pasado; no importa de qué pasado, con tal de que sea pasado. Porque el tango no se ha hecho para cantar lo que se tiene sino lo que se ha perdido.

Esto está igualmente claro en Mi noche triste, en Mano a mano, en Malevaje, en Sur, en Tinta roja.





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TANGO
ORIGENES Y EVOLUCION



ORIGEN

El Tango se gesta en ambas márgenes del Río de la Plata entre 1850 y 1890. A principios del siglo XIX con su aceptación popular a nivel mundial la danza evoluciona hasta su forma actual.

Este baile que se originó en el puerto de Buenos Aires y rapidamente se extendió a los barrios del sur, como San Telmo, Monserrat y Pompeya, tuvo su crecimiento paralelo con el de la sociedad argentina, formada por inmigrantes europeos, que aportaron muchos de sus elementos.

Alrededor de 1860, entre los criollos y gauchos rioplatenses, marineros, indios, negros, y mulatos, se bailaba suelto músicas como valses, de origen austríaco y alpino; pasodoble y tango andaluz; zarzuela; bailes de origen escocés; habaneras, de origen cubano; polka; mazurcas, cuadrilla y milonga; teniendo como base el fandango y el candombe de los negros.

En esa época aún no existía el Tango como danza propiamente dicha.

El sonido del bandoneón (de origen alemán) se incorporó como algo imprescindible a pianos, guitarras criollas, contrabajos y violines.

En los barrios surgió el "tango arrabalero," aquel que bailaban en el arrabal, hombres y mujeres con los cuerpos fuertemente abrazados, y que escandalizó a la sociedad de la época.


Condenado por la iglesia y prohibido por la policía por incitar al escándalo, fue asociado con la lujuria y la diversión "non sancta" junto a la bebida y el baile.


Su prohibición obligó a bailarlo en sitios ocultos hasta haber entrado en el siglo XIX, por eso su ambiente de nostálgica pasión.

Amparados en la oscuridad de la noche, guapos y arrabaleros deslizaban sus sentimientos en lo profundo de un verso, una melodía o bailaban abrazados a su ardiente compañera.
En ese entonces, solamente los estratos sociales humildes, los del suburbio, cultivaban esa danza. El Tango surgió en burdeles, rancherías y boliches. Los prostíbulos lo fomentaban con la finalidad de aproximar los cuerpos masculinos y femeninos.

Era concebido como "vulgar" por los estratos mas conservadores, marginado socialmente por buscar la sensualidad y el placer.

La insólita fusión de lenguas, conocimientos y costumbres genera el fenómeno del tango y paralelamente un lenguaje, el lunfardo.


Esta manera de hablar tomaba palabras de algunos dialectos italianos, y de otras lenguas traidas por los inmigrantes, absorbidas y adaptadas al porteño.

Al principio era el lenguaje de los presos y los delicuentes, comúnmente hablado por la gente del puerto. El lunfardo es al castellano lo que el cockney o el slang son para el inglés británico y al inglés americano