domingo, 25 de mayo de 2008

ANGELICA MUÑIZ- HUBERMAN

Jorge Luis Herrera


Hija de exiliados republicanos españoles, Angelina Muñiz-Huberman (1936) nació en Hyères, Francia. Llegó a México en 1942 y desde entonces fijó su residencia en este país. Es narradora, ensayista y poeta. Ha sido galardonada con importantes premios como el Xavier Villaurrutia, el José Fuentes Mares y el Premio Internacional de Novela Sor Juana Inés de la Cruz. Es autora de una obra cuantiosa, destacan: Morada interior , La lengua florida , Las confidentes, El mercader de Tudela, La sal en el rostro, Dulcinea encantada, Areúsa en los conciertos, Castillos en la tierra y Molinos sin viento ; los dos últimos forman parte de una trilogía en proceso, denominada por la escritora, como seudomemorias, género de su invención y del cual habla en esta entrevista.





Angelina Muñiz-Huberman, ¿en qué época de su vida comenzó a escribir?

En la infancia. Tengo varios antecedentes literarios en mi familia, entre ellos Manuel Bretón de los Herreros, escritor español del siglo XIX. Mi padre fue periodista, curiosamente se opuso a que yo escribiera, decía que era confusa; nunca leyó mis libros. Por otro lado, mi madre me impulsó, de ella heredé la afición a la lectura, a la escritura y a contar historias. Después conocí a Alberto, mi esposo, quien también me apoyó y me animó a publicar.



¿De dónde surge su necesidad por contar historias?

Durante la Guerra Civil Española mis padres apoyaban a la República y tuvieron que salir de España. Primero se fueron a casa de unos tíos, al sur de Francia, donde nací; luego a Cuba y, por último, arribamos a México. Durante nuestro exilio mi madre me platicaba los orígenes de la familia. Recuerdo que me decía: “eso es para que algún día escribas estas historias.” Yo replicaba: “voy a escribir sobre otras cosas”; de hecho, escribí estas historias mucho tiempo después, en Las confidentes (1997). Tratar de mantener vivos los recuerdos, los orígenes y las genealogías es común entre los exiliados.



¿Cuál fue su principal intención al escribir Molinos sin viento ?

Forma parte de una trilogía de libros, se pueden leer de manera independiente o seguida. El primero es Castillos en la tierra, el segundo Molinos sin viento, y el último, que apenas estoy escribiendo, se llamará La pluma en la mano. Pensando que moriré pronto recogí diversos aspectos de mi infancia, época que resume el futuro de cualquier ser humano, con el deseo de reafirmarme ante la vida. Pretendía explicar cómo se formó la identidad y personalidad de Alberina, la protagonista.



Molinos sin viento es un título paradójico...

Así es. La imagen de un molino nos remite de inmediato al elemento viento, un molino sin viento se destruiría por no servir de nada. La inutilidad es una idea ligada a la existencia, pero al mismo tiempo, permanece siempre el deseo de vivir útilmente. Jugué con la imagen de un molino sin viento, pero que está expectante. Es una situación vital. Sin el viento las semillas no volarían al terreno adonde van a fructificar. Ante la fragilidad del exiliado, por vivir en el aire, es necesario combinar los cuatro elementos. Las características del viento son similares a las de la palabra, mueven y transforman muchas cosas, aunque nada más son audibles. El viento es contradictorio en apariencia, se cree que por estar en movimiento constante no tiene memoria, pero sí la tiene, regresa a los mismos lugares, según la época del año. Parte del propósito de las seudomemorias es rescatar lo acumulado en mi memoria y que he comenzado a olvidar. El escritor inventa; generalmente se cree que la información se extrae de la memoria y de la realidad, pero no, es una invención, se escribe en el límite de lo real y lo imaginario



DESPUÉS DE LA MUERTE

Después de la muerte no quedó nada
Para nosotros era tarde
No tañía la campana
No vibraba el cristal
El dolor no dejaba de doler.

Antes de que él muriera
fuimos muriendo
por mares y caminos
Él murió en su tierra
toda la tierra lo cubre
Nuestra sed era de polvo
arena que barre el viento
apenas cubre huesos y pesares
Su muerte no puede ni siquiera
abarcar sus muertes
Que ya no vea ni oiga
ni el sol lo caliente
ni la lluvia lo empape
no importa para nosotros
¿acaso volveremos a oir y a ver
a sentir el sol o a temblar?

Quien nos quitó la tierra de los pies
muy bien sabía lo que hacía
Por los horizontes del mundo
nuestros pasos se fueron apagando
ni huellas, ni ecos, ni saliva quedaron.

¿A qué hablar? Silencio en el desierto
Cuántos gritos en oidos sordos
Cuántas voces eco del eco
Cuántas muertes antes de tiempo
mientras la suya se prolongaba
y se regocijaba y se arrastraba
sobre nuestras heridas
sobre nuestras llagas
nunca cerradas
nunca olvidadas.

Que lo entierren en el Valle de los Caídos
tampoco importa ya
De los cementerios de arena y agua
no podrán nuestros esqueletos
pisar sus gusanos
machacar sus huesos
triturar despojos de su carne.

Quedamos solos, después de todo
Sentados a la orilla del camino
todavía esperando
todavía esperando

Angelina Muñíz-Huberman

(de Vilano al viento, poemas del amor y del exilio)

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