miércoles, 7 de mayo de 2008

CARTAS A D. André Gorz ( por Marcelo Moreno, de Antilógicas, clarin.com

Una gran historia de amor en tiempos desérticos
Mientras tratamos de digerir los ponzoñosos efectos de la historia del monstruo austríaco que sometió y secuestró a su hija durante 24 años, llegando a tener siete vástagos—nietos con la desdichada, algún efecto acaso terapéutico quizá pueda operar conocer la historia de otro austríaco, el filósofo y periodista André Gorz, quien —en vez de internarse por los degradantes meandros del Mal— protagonizó una historia de amor incomparable.

Acaba de publicarse la traducción de "Carta a D"., recuento de esa historia que duró casi seis décadas y que terminó en septiembre del año pasado con el suicidio de ambos; él, de 84 años y ella, de 82. ¿El motivo de la decisión? Dorine sufría desde hacía décadas de una enfermedad degenerativa irreversible e incurable que progresivamente le ocasionaba los peores dolores. Y, como escribe André Gorz en su carta, "a ninguno de los dos nos gustaría tener que sobrevivir a la muerte del otro. A menudo nos hemos dicho que, en caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos".

Nacido en Viena en un hogar judío, Gorz logró escapar de la tiniebla nazi a alto costo: renunció a su lengua madre —no volvió a hablar alemán hasta 1984— y a su nombre —Gerard Horst—, adoptando la cultura francesa. Después de la guerra fue parte del grupo editor de la revista "Les Temps Modernes", junto a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Y en 1964, con Jean Daniel, fundó la revista "Le Nouvel Observateur", referente ineludible del periodismo y el pensamiento de izquierda franceses.

Al mismo tiempo, Gorz fue erigiendo una obra filosófica que constituye, en su mayor parte, una despiadada crítica del sistema capitalista y a sus desarrollos más recientes. Precursor de la ecológica política, postula que la producción no está al servicio del hombre sino que ocurre lo contrario, entre otras ideas.

Durante toda su carrera como periodista, economista y filósofo, Gorz contó con la consecuente e invalorable ayuda de Dorine, conscientes ambos que los unía "un vínculo invisible". Por eso, cuando se le detectó a la mujer la terrible enfermedad, el pensador dejó su puesto en "Le Nouvel Observateur" para cuidarla. Así, durante más de dos décadas continuó con su producción intelectual, pero centró sus energías en atenderla. "Seremos lo que hagamos juntos", escribió.

Y, también: "Recién acabas de cumplir 82 años.Y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace 58 que vivimos juntos y te amo más que nunca. Hace poco volví a enamorarme de ti una vez más y llevo de nuevo en mí un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo apretado contra el mío ".

En tiempos filosos y helados de pura tecnología, comunicación invasiva y contactos vía Internet, este amor conmueve por su calidez radiante, como una música a punto de ser olvidada o el rumor del río que apenas susurra.

(Publicado en la columna Disparador de Clarín el domingo 4 de mayo del 2008)

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