sábado, 3 de mayo de 2008

Dylan y el Nobel (Jorge Aulicino)

El viento, el cantante y el torero
En un comentario de la entrada anterior se hace mención a la siempre renovada candidatura de Bob Dylan al Nobel de Literatura. Esto me recuerda que fue Allen Ginsberg uno de los principales fogoneros de la candidatura de Bobby.

Desde hace ocho o diez años, la cuestión se repite: Dylan es postulado y se citan diez o quince frases de personalidades que respaldan la candidatura de Dylan.

Nadie puede decir, como dicen siempre los escritores, que el Nobel no merece discusión, que es una porquería, un premio careta, arbitrario, etc., pues sigue siendo el premio más ambicionado en el campo de las letras (para quienes piensan que los premios importan y para quienes los desdeñan y luego los van a buscar).

Así que una vez más el Nobel, Dylan y los premios serán discutidos este año.

De las diez o quince frases que se citan en respaldo de la candidatura de Dylan al Nobel, al menos doce pertencen a gente que no tiene la menor idea acerca de que es la literatura y menos la poesía. Lamentablemente el fogonero literario era Ginsberg, que parecía entenderlo.

No se trata de discutir los méritos de Dylan, que a mi juicio son insuficientes en todos los terrenos, sino de qué es lo que debe premiar el premio literario más importante del mundo, el gran rasero olímpico, el que pesa las almas de los muertos y los vivos, como Anubis.

No un enemigo, un amigo de Dylan, Christopher Ricks, codirector del Instituto Editorial en la Universidad de Boston, ferviente admirador de nuestro cantante de voz nasal, dijo: "Creo que el suyo es un arte de un medio mixto. Creo que la cuestión no es si merece el Nóbel como reconocimiento a su arte. La cuestión es si su arte puede ser considerado literatura".

Lo mismo puede decirse de casi cualquier campeón de la canción. Y todo esto sigue "flotando en el viento".

Bueno no, queridos, la canción no es literatura y el premio Nobel es un premio literario. La cuestión no es entonces si Dylan tiene derecho a "codearse" con Beckett en el podio del Nobel; se trata de si es el torneo en el que debe competir. Si Dylan se subiera al podio del mejor torero, nadie diría: "Este tío no es ni la mitad de Dominguín"; dirían simplemente: "¿Qué hace el tío aquí?"

Algunos tienden, tendemos, a considerar poesía algunas letras de canciones. Lo que nos tienta es que en ellas hay a veces poesía en el sentido de organización general del material o alguna metáfora buena, pero no alcanzan para considerarlas literatura, aunque sí, incluso, poesía. No literatura, insisto, sino, a veces, poesía, como una verónica de Dominguín, o el atardecer de mi barrio, o alguien que mira desde detrás de un vidrio húmedo, etc. Esas cosas que la realidad a veces escribe en la realidad, como literatura de la realidad, pero no literatura.

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