lunes, 3 de marzo de 2008

RAINER MARÍA RILKE.

Leo este posteo y el anterior mientras, de casualidad, me detengo en este párrafo de "Recuerdos de Rainer María Rilke" (Marie Von Thurn Und Taxis)y sólo lo copio como aporte a las reflexiones acerca de la musicalidad:


"Leía mucho, y estando aún en Toledo llegaron a sus manos libros de Fabre d´Olivet, un heterodoxo francés de la época napoléonica. "Lo que dice de la música, su papel en los pueblos antiguos, puede muy bien ser cierto: a saber, que la parte muda de la música, su, por decirlo así, reverso matemático, era el máximo elemento ordenador de la vida, por ejemplo en el imperio chino, donde la nota tónica (equivalente a nuestro fa) válida para todo el imperio poseía la grandeza de una ley suprema." Y agregaba: "En cualquier caso, en todos los antiguos reinos, la música era un asunto de la máxima responsabilidad y espíritu conservador; es en ese aspecto donde se podría percibir algo que tiene que ver con mis sentimientos respecto de la música... el hecho de que la música sólo tiene derecho a existir en la medida en que induzca a la legitimidad, a la ley misma. Pues sólo en ella concurre la inaudita circunstancia de que la ley, que en todo otro caso siempre manda y ordena, se hace suplicante, abierta, enormemente necesitada de nosotros. Detrás de ese pretexto sonoro se oculta el universo; en un lado estamos nosotros, y en el otro, separado sólo por un poco de aire en movimiento, tiembla la inclinación de los astros. Por eso me siento tentado a creer en Fabre d´Olivet cuando dice que en la música no sólo es decisivo lo audible, pues puede haber cosas que, siendo agradables al oído, no sean, empero, verdaderas; para mí es siempre de una importancia extrema, en todas las artes, que lo decisivo no sea la apariencia, el "efecto" (lo que se suele llamar "lo bello"), sino la causa más interna y profunda, la esencia subterránea que hace surgir esa apariencia -que no tiene por qué ser reconocible de inmediato como belleza-; por eso, me resultaría fácil comprender que en los misterios se introdujese al neófito en la cara oculta de la música, en el beatífico número que en ella se divide y se recompone de nuevo y vuelve a la unidad desde el múltiplo infinito, y que, para quien supiera y guardara ese secreto, no sería fácil olvidar la sensación de hallarse tan cerca de lo inmarcesible".

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