domingo, 23 de marzo de 2008

DAVID LEVAGRABICH

Escrito por: levagrabich el 18 Mar 2008 - URL Permanente
Con vos puedo hablar tranquilo, creo. Me parece que no sos un pasajero común, no sé, me inspirás confianza. Desde que subiste y te sentaste ahí atrás con tu maletín de carpincho sobre las rodillas y esos anteojos negros espejados me dije: éste es de los míos. Porque ciertas cosas no se pueden hablar con cualquiera, ¿te das cuenta?
Yo no creo en los grises, ¿sabés? Para mí, blanco o negro, macho o hembra, pato o gallareta. Esto lo tengo mucho más claro ahora, desde que desembarqué en estas playas, me compré un taxi y escucho Radio Diez. Es verdad que antes era más flexible, un tipo solidario, preocupado por el bienestar de la humanidad, lo que se dice un filocomunista. Pero después de lo que me pasó… Ya no me importa lo que digan Platón y todos los zurditos intelectuales que le siguieron. Yo no me la creo más. ¿Sabés adónde pueden meterse la República, la plusvalía, el inconsciente y todas esas boludeces?
Sin embargo, te digo la verdad, el problema, el verdadero problema no lo tuve con Platón y sus seguidores sino con Zeus. Ah, veo que te llama la atención, claro. Dejame que te explique. Yo, antiguamente, vivía en Grecia, en los arrabales del Olimpo y mi vieja… perdón ¿tu madre vive?, me alegro por vos, loco, cuidala bien. Como te decía, a mí esto me pasó por no hacerle caso. Viste que la vieja te bate siempre la justa, cuidate nene, me decía ella, tenés que ser más respetuoso con los mayores y, sobre todo, no te metás en política. ¡Ojo con los poderosos! Si la hubiera escuchado… Pero nada me gustaba más que joderlo al fanfarrón de Zeus, cosas de pibe ¿viste? Hasta que un día se calentó y, para vengarse, ese hijo de una gran Rea, les quitó el fuego a mis amigos humanos. Entre paréntesis, no sé si vos lo sabías pero, aunque ande por allí amenazando con un rayo, siempre fue un marica. ¿Acaso no anduvo con el pendejo ese de Ganímedes? Sin embargo, lo que de veras me jodió no fue tanto su mariconería, en esa época hubiera podido tolerarlo, sino, como te dije, lo de privar del fuego a los humanos.
Yo no tengo hijos ¿sabés? y en ese entonces los hombres eran un poco como mis hijos, tan es así que algunos me achacan su creación, pero no es verdad. El que quiera saber sobre eso que le pregunte a Darwin. No aconsejo recurrir a los dioses porque de ellos estoy muy decepcionado. La verdad es que los humanos eran más bien como mis mascotas y la cuestión fue que se me empezaron a morir de frío ¿te das cuenta? ¿Con quién iba a jugar ahora? Yo siempre fui un tipo cálido, un buen tipo, un tipo sociable y en mi juventud, además, tenía ansias de justicia, ¿qué podía hacer sin amigos? Así que un día pensé: má sí, yo me juego, y haciendo acopio de toda mi sangre fría lo encaré a Helio. ¿Tenés fuego, macho? le pregunté, mientras con el índice de la mano derecha señalaba el faso colgado cancheramente de mis labios. Cuando el tipo sacó el carusita se lo afané de un manotazo a lo Fillol y salí rajando. Después fue cuestión de devolvérselo a los hombres pero, eso sí, con una recomendación: muchachos, no hagan bandera, no hagan olas, ocúltenlo por un tiempo, úsenlo sólo en las cuevas, cocínense un guisito, un asadito de vez en cuando por qué no, pero no alardeen ¿comprenden? ¿Y qué hicieron los botones estos? Encendieron antorchas y fogatas a todo lo largo y lo ancho de la Tierra. Te juro que ahora, cada vez que manejando el tacho me encuentro con un piquete y veo a esos villeros prendiendo fuego a las gomas de camión, me acuerdo de lo que hice y me quiero matar. Pero bueno, el caso es que la bronca de Zeus fue tremenda. Debe haber sido por ese asunto de la ira divina, ¿viste? Esa bronca acabó con mi religiosidad te digo, no sé, me desilusioné, este cabrón no se banca una joda, pensé. Por eso me hice católico (yo antes era muy creyente, te juro).
La cuestión fue que el tipo no tuvo mejor idea que mandar una mina para vengarse de mí y de la humanidad. Está claro que yo no me la iba a comer (¡a éste varón!) Pero como tengo un hermano medio boludo fui y le dije: Epimeteo ¡Ojo con esa mina! Mirá que te va a dorar la píldora, te lo digo de onda. Pero el muy opa insistía en que podía ganarse el pan para los dos y con que mirá qué lindos ojos tiene, qué linda boquita, qué lindas piernitas, qué lindas tetitas, qué linda cajita, qué habrá adentro de la cajita, me intriga la cajita… y al final la abrió nomás. Como diría mi viejo, que era un sabio: ¡qué flor de pelotudo! Y allá fueron todas las desgracias recién inauguradas volando libres por el aire con mucho donaire. Un poquitín de viruela por acá, algo de lepra por allí, alguna que otra guerrita acullá, en fin… Hasta se guardó la esperanza el muy hijo de puta de Zeus. Aunque no sé, mirá, capaz que es mejor vivir sin esperanza, ¡para lo que hay que ver! A mí me clavó junto a un abismo del Cáucaso y me mandó a un pajarraco amante del paté para que se entretuviera con mi hígado. Menos mal que después vino Heracles y me liberó. Un amigazo el grandote. Pero eso sí, Zeus me obligó a llevar este anillo hecho de la piedra en la que estuve atado. Mirá, ¿lo ves? Es chiquito, pero no sabés lo que pesa. Es que el tipo no da puntada sin hilo. Así sabrás quién manda, me dijo. ¡Cada vez que lo miro me da una bronca! Te juro que sueño con volver al Olimpo al sólo efecto de mearles el asadito de los jueves a esos atorrantes de los dioses.
De yapa, ya lo ves, vino el exilio en estas ignotas pampas tercermundistas y los pocos mangos que me quedaban del asunto de la patente del fuego se me fueron en el taxi y el bulo de La Boca. ¡Menos mal que todas las noches puedo ver a Tinelli!

1 comentario:

Lucía dijo...

El cuento es estupendo, pero eso de psicoanálisis online me parece un curro y la verdad, como aconsejo en mi blog sobre cómo conseguir novio, abandoné al psicoanalista hace tiempo.

Vos dirás que es porque me calificaron de loca fea, insoportable, irrecuperable y cerda resentida. No es verdad. Lo que ellos no detectan es que no soy facha como Zeus, pero tengo una vida con bastante experiencia. Sé lo que se debería hacer para llegar a ser un superhombre, como quería Nietzsche.

Soy experta en reconocer a los que quieren quedarse con el poder de decidir quien sirve y quien no es tolerable de un golpe de vista.

Y yo no les convengo nada a los señores del Norte. Por ahí se avivan los de acá abajo, el caño sur, y suenan sus más espurios intereses como arpa vieja.

Me alegro de que ahora seas taxista... pero ¿Tinelli no es mucho?

Por lo menos Rosario está cerca.

Lu.