lunes, 7 de abril de 2008

JUAN CRUZ

05 abril, 2008 - 11:27 - Juan Cruz

Una cuestión de sintaxis
Volví a Granada ayer tarde, cuando ya estaba hablando Umberto Eco con Jorge Lozano acerca de la fealdad. Me perdí todo lo demás que hubo antes en el Hay Festival, pero alcancé a escuchar al semiótico, que estuvo divertido e inquietante; reprodujo imágenes insólitas de la historia de la fealdad, y entre esas imágenes se pudo ver un cuadro cursi de Adolf Hitler. No es feo, es horrible, representa una situación idílica, pero nadie lo querría colocar en su cuarto de estar. ¿Dónde está su fealdad? En la combinación de cursilería intrínseca de la obra y la personalidad de su autor, uno de los personajes más siniestros de la historia. La fealdad no tiene un canon, como no lo tiene tampoco la belleza. La fealdad es un error de sintaxis. Combinada con la ternura, por ejemplo, la fealdad deja de serlo; una escena espeluznante (como esa que aparece hoy en la primera página de El País, la foto de Gervasio Sánchez que ha ganado uno de los premios Ortega que convoca el periódico) se puede convertir, por obra de un determinado elemento de ternura, de pasión, en una escena de gran impacto emocional... Eco estaba pletórico, lo vi mejor, más animado, que cuando lo vi en Milán, preocupado por las prohibiciones médicas: no puedes tomar sal, no puedes tomar azúcar, no puedes... La sala Manuel de Falla estaba abarrotada de gente; es impresionante este poder de convocatoria que a cualquier hora del día tiene este festival "de pago". Vine a Granada en el mismo avión en el que venía Juan Goytisolo, asombrado siempre de que los aviones de este país sean como mazmorras en las que los clientes no sean viajeros sino presos, y el historiador británico Simon Schama, un escritor radical que ha convertido la historia de Inglaterra en una apasionante y polémica novela comprometida. Luego estuve cenando con editores andaluces, que invitaron a los participantes en el Hay a un encuentro en el que tuve oportunidad de conocer a algunos de los editores andaluces de ahora. Uno de los que estaba allí me habló de sus libros sobre gastronomía y poesía. Le sugerí que hiciera libros de recetas escritos por poetas, y me dijo que ya lo había pensado. Recordé un hermoso libro de Severo Sarduy, el escritor cubano que falleció hace diez años y que siempre recuerdo, por su vitalidad, por su humor. Ese libro, Corona de las flores, incluye fantásticas descripciones poéticas de flores y de alimentos, escritas con la calidad barroca que distinguió siempre a este personaje inolvidable. Hace sol en Granada, todo el rato, y el aire es como antes, limpio, perfecto, como del cielo. Estoy en un paraje que me recuerda las escenas principales de Plenilunio, la novela de Antonio Muñoz Molina que hizo cine Imanol Uribe. No sé si se filmó por aquí, pero esta es la imagen que se me quedó, y uno no elige el recuerdo que le transmite la literatura

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