sábado, 12 de abril de 2008

ESTEBAN PODETI

Viernes 11 de Abril de 2008
¡Taller Literario sobre Humorismo!
Recibo muchos pedidos de gente que desea abandonar su trabajo (cajeras de supermercado y destapadores de pozos ciego principalmente) y que me dice “P., genio, ídolo, Maestro, tus talleres literarios son muy útiles pero ponele que guión cinematográfico no, poesía no, libro no, televisión no, instrucciones manual no, weblog no, teatro no, propagandas no, todo eso me parece re difícil y complicado y yo quiero lograr el éxito instantáneo por la vía rápida, ¿qué me recomendás? Máquina, máster, tigre.”

Pensaba evitar este tema pero la docencia me puede (y aparte se me estaban acabando los temas pára el Taller Literario y lamentablemente todavía estoy pagando las cuotas de los punitorios del Plan de Pagos del arreglo Pre-Judicial con el Depto. de Mora de la Tarjeta con la que pagué el equipo de GNC –que no uso porque está roto desde hace siete meses-, así que no puedo prescindir de ningún ingreso), y aunque me arriesgo a fomentar la competencia, dedicaré la clase de hoy a la escritura de humorismo y gracia. Como desde ya entiendo que hacer humorismo es como medio mersa, le doy permiso a vos, vos y vos, que son re modernos y van a presentaciones de libros o a vernisagges y escuchan música medio rarita que nadie conoce, para que se retiren por un rato. Yo les aviso cuando termino.

Efectivamente -volviendo al pedido de las cajeras de supermercado-, como lo decía Donald O’Connor, la única forma de conseguir el éxito instantáneo es a través del humorismo. A todo el mundo le gusta reírse o cree que le gusta, por lo que siempre está dispuesto a escuchar cosas que le causen gracia o que le hagan creer que le causan gracia.

Por eso los humoristas ganan fortunas, tienen cochazos, el respeto de sus pares y la admiración física y mental de miles de jovencitas con tatuajes. Como contracara, el humorista carga la cruz de no ser tomado en serio y de verse obligado a vestir de una forma cómica o inadecuada, ora con un sombrerito de marinero o de gaucho, ora con una remera a rayas y tiradotes, o un frac de color amarillo y un moño, o –ponele- un mameluco ajustado de cuero con tachas y las nalgas descubiertas. Todo tiene su precio. Pero, para quien esté decidido a pagarlo, este taller puede ser de utilidad.

Conceptos básicos: El Humorismo es como un botiquín. Puede estar lleno de remedios, pero si le falta el Merthiolate, es como que si te lastimás se te puede infectar. Con esta idea básica podemos empezar. Tengamos en claro que así como otras disciplinas literarias se subdividen en “capítulos” o “estrofas”, el humorismo se divide en “chistes”. Una “cosa humorística” no puede ser humorística todo el tiempo porque entonces es como que no se entiende, pero tiene que tener “chistes”. Digamos que la “cosa humorística” es no humorística por un rato, hasta que aparece un chiste, después sigue siendo no humorística por otro rato hasta que viene otro chiste, y así.

EL “CHISTE DEL EQUÍVOCO”: El mecanismo del “equívoco”, tal como la metáfora y la escritura de propagandas, consiste en decir una cosa por otra. Pero graciosa.

Todo el humorismo está basado en mayor o en menor medida –incluso en una medida tan menor que directamente no se ve- en el “equívoco”. En equivocarse. Por ejemplo, cuando Puck lanza su polvo mágico sobre los ojos de Lisandro al confundirlo con Demetrio, y éste se enamora de Elena, hay un equívoco; y cuando Pachu Peña le pagaba con un tubo en la nuca a un tipo parecido a Santo Biassati y le decía “Santo Biassati”, hay otro equívoco, aunque fingido en este caso.

Una fuente inagotable de “equívocos” es que hay palabras que son parecidas o iguales. Por ejemplo, “llama” y “llama”. O “pito” y “pito”. O “azar” y “azahar”. O También hay gente que se llama igual. Si alguien menciona, un suponer, a un famoso dictador del sudeste asiático que se llama Barry Manilow, uno puede decir,”ah, a mí me encanta cuando canta ‘Copacabana’” (haciendo referencia al cantante Barry Manilow. Entonces, se producirá el equívoco, logrando una ruptura de sentido discursivo, lo que disparará la orden en el cerebro de su auditorio “ríase”. Cabe aclarar que el “chiste del equívoco” con personas que se llaman igual puede realizarse con personas de todo tipo de rango, raza y oficio; digo para que no se queden esperando a que haya un dictador llamado Barry Manilow para utilizarlo.

Por último, si uno se equivoca en serio, no está realizando un equívoco, sino siendo un estúpido, pero eso no importa porque eso siempre es más gracioso que el equívoco de mentirijillas.

EL “CHISTE DE LA MULETILLA”: Se llama “muletilla” a una expresión, palabra o sonido inarticulado que, por el solo hecho de ser pronunciado en repetidas ocasiones, es gracioso. La “muletilla” no es efectiva si se dice una única vez. Si yo agarro y digo “¡Mengueche!” una sola vez, el lector sencuillamente creerá que tengo un problemita o que me pasa algo; en cambio, si lo digo siempre, pero siempre, todos los días, a cada rato, una y otra vez, estaré estableciendo una “burbuja de complicidad” con el lector habitual que al leer “¡Mengueche!”, se sentirá compelido a reír o por lo menos a sonreír, siguiendo una especie de reflejo condicionado. Es algo así como entrenar un perro.

Con el tiempo, esta repetición produce además en el lector un sentimiento de ansiedad y expectativa, que se libera cada vez que se pronuncia la muletilla (“Mengueche”). Si un día, por ejemplo, el autor tiene una idea nueva y no pone “Mengueche”, el lector se siente estafado y confundido y no puede dormir en toda la noche. Pasado aún mas tiempo –digamos, luego de 25 años repitiendo “Mengueche!”, la gente se te pudre y aquello que les provocaba tanta felicidad y gozo (“Ja, ja, ja, lo dijo de nuevo”) pasa a ser motivo de bronca y venganza (“¿Te acordás cómo rompía el pelotudo ese con lo de ‘Mengueche!’ ¡Qué idiota!”)

Diez años después, sin embargo, la “muletilla” será revalorizada y reprocesada, y por fin utilizada en remaras estampadas a ser adquiridas por boludos grandes que estudian Publicidad o Diseño de algo.

EL “CHISTE DEL GAG RECURRENTE”: Esta es una ligera variante del “Chiste de la Muletilla”, pero en lugar de usar un sonido inarticulado, lo que se repite es un gag o situación; por ejemplo, una señora chusma sospecha que sus vecinos albergan un unicornio que habla, y en todos los episodios intenta denunciarlo y queda como una loca.

A diferencia de la muletilla, debe tener un mínimo (digamos, un 34 %) de gracia para empezar, que va aumentando ante cada repetición, siguiendo el mismo mecanismo pavloviano de la “muletilla”. Puede aplicarse en diferentes episodios y sirve para rellenar espacio. Para combatir el flagelo del pánico de la hoja en blanco. En cambio, si el “gag recurrente” ocurre en un mismo episodio, el número de repeticiones debe superar la unidad y no ser mayor a 3, ya que, como dijera el actor, director y profesor de teatro, utilizando como metáfora la cantidad de veces que uno debe sacudirse el miembro luego de orinar, “más de tres es paja”.

Es necesario, finalmente, aclarar que el “gag recurretne” puede ser malinterpretado. La gente que no entiende el mecanismo del “gag recurrente” (por lo general bodrios humanos o gente desorientada que lee la “cosa humorística” muy ocasionalmente) suele acusarte de que “te estás quedando sin ideas”, lo que es completamente cierto pero no tiene nada que ver con el recurso que estamos explicando.

EL “CHISTE DE QUE SE ENTIENDA QUE ES UN CHISTE”: La verdad es que no podés ser más pelotudo.

Era un chiste. Pero, de no mediar esta aclaración, el receptor podría sentir que está siendo insultado en serio (lo que tambijn es gracioso). Por eso, desde el inicio de la Humanidad, el Hombre ha intentado crear métodos e ingenios mecánicos para que la gente entienda que está diciendo un chiste. Desde el contador de chistes que se ríe al fuinal de su remate, hasta el que hace sonar un platillo de batería, pasando por el que dice el remate en voz muy fuerte, medio gritando.

Las modernas tecnologías permiten otro tipo de códigos para explicarle a la gente, que es boluda, que algo es gracioso. Por ejemplo, la utilización de risas grabadas en las series de los setenta, la de un auditorio de cien personas en las modernas “sitcoms” y la de cinco jubilados de pie que se ríen fuerte mientras disfrutan del cafecito que les regala Producción en los programas cómicos argentinos. En internet, en cambio, se impone la utilización de “emoticones”, que son como unas caritas que a menos que su usuario tenga menos de 15 años dan como medio vergüenza.

En el humorismo escrito esto es muy complicado porque no hay risas grabadas, ni jubilados, ni baterías y poner emoticones da vergüenza, así que la única forma de indicar que algo fue un chiste, es decir “es un chiste”. Esto tiene el problema de que si hacés humorismo, tenés que poner “es un chiste” cada dos oraciones. Es un chiste: a nadie se le ocurren tantos chistes. Es un chiste: estoy realizando una especie de denigración satírica de la actividad humorística, porque capaz que a alguien sí se le ocurren chistes cada dos oraciones. Es un chiste: no hacía falta aclarar que “capaz que a alguien sí”, pero el hecho de aclararlo, justamente por su inutilidad, conforma un suceso humorístico. Esto último ya no sé si es un chiste o no. Estoy como mareado. Es un chiste: no estoy mareado.

Por supuesto, la mejor forma de que un chiste se entienda, es que sea gracioso, pero esto, como sabemos, no ocurre casi nunca.

EL “CHISTE DE QUE TE REÍS DE CUALQUIER COSA”: Una forma fácil de lograr el éxito con una “cosa humorística” es conseguir que el espectador entre en uno de esos estados mentales donde se ríe de cualquier cosa. Esto se puede lograr diciendo algo muy muy muy gracioso, hasta que la gente como se pone medio loquibambi. Ese es el momento de acribillar con “chistes” que pueden ser desde chistes propiamente dichos, de malos para abajo –durante estos eventos no hay que desperdiciar material valioso- a “muletillas”, sonidos o palabras sueltas, como “tomate” o “avestruz”:el propio estado mental de la víctima interpretará absolutamente cualquier estímulo, incluso una patada en la nuca, como algo hilarante.

Por supuesto, esto es casi imposible, porque los chistes buenos ya han sido hechos en el pasado por otros tipos. La otra forma de lograr este estado es procurando que los receptores estén borrachos o drogados o ambas cosas; por eso es que muchos cómicos empiezan su carrera en antros de mala muerte. Desgraciadamente, en el humorismo escrito no hay forma de proporcionarle ese tipo de cosas a los lectores; la única forma de arrimarse a ese estado es escribir notas cuyo target sean los alcohólicos o los drogodependientes; lo malo es que como SE GASTAN LA GUITA EN DROGA, es difícil que te puedan hacer millonario.

A fin de cuentas esto de hacer “cosas humorísticas” por escrito es un embole, no te dejan usar nada.

EL “CHISTE DE LAS LAS MALAS PALABRAS Y LAS MINAS EN PELOTA”: El uso de las malas palabras está fervientemente recomendado, aunque hay que saber utilizarlo. Un texto conformado exclusivamente por malas palabras puede resultar poco gracioso –a menos que tu publico esté conformado por borrachos o drogodependientes del chiste anterior. En cambio, una buena mala palabra puesta en mitad de una frase normal puede ser más efectivo que la mierda. O que la San Puta. Pero me cago en el forro de las pelotas si puedo explicar cómo carajo se dosifican. En cuanto a las minas en pelota, no es que sean una “cosa humrpística”, pero el cerebro del macho se muestra más receptivo al “humor” si al lado del cómico, o el texto humorístico, hay una mina en pelota o varias, o una foto de las mismas. Los chistes pueden tener que ver con la mina en pelota, o no.

Este recurso sin embargo es un arma de doble filo, porque si por algún motivo la mina en pelota se retira y deja solo al humorista, el lector masculino se sentirá arrebatado por la indignación y ya no se reirá ni del mejor chiste del mundo. No sólo eso, sino que empezará a gritar en voz alta, a chiflar a reclamar por el regreso de la mina en pelota, y, si se trata de un coso humorístico escrito, a destruir el libro o diario donde lo lea –excepto la foto que ha suscitado su atención.

Estos recursos son considerados “chabacanos” por un amplio sector de las capas medias de la sociedad, lo que no significa que sea sencillo utilizarlos.

EL “CHISTE DE METER EL PIE EN UN TACHO SIN QUERER Y QUE SE TE QUEDE ENCAJETADO Y NO LO PUEDAS SACAR Y VAS CAMINANDO CON EL TACHO EN EL PIE”: Este chiste es muy bueno. El día que me digan cpomo hacerlo por escrito, avísenme. Un Maestro también aprende de sus alumnos. Claro que estos no le pueden cobrar, tampoco la joda.

Terminó la clase y no llegué a la parte del “Chiste del Remate”, donde se explica, por ejemplo, que al final de todo si no se te ocurre nada podés poner una “muletilla” como –ponele- “Mengueche”!

Pero hoy no lo vamos a hacer

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