viernes, 29 de febrero de 2008

LA DIPLOMACIA DEL HERMETISMO - MORALES SOLÁ.

El escenario
La diplomacia del hermetismo
Por Joaquín Morales Solá
Para LA NACIONJueves 28 de febrero de 2008 | Publicado en la Edición impresa




Tanto Néstor como Cristina Kirchner han defendido siempre, no sin cierta incomodidad, la relación con Hugo Chávez. La Presidenta acaba de hacerlo en el marco de un anuncio sobre nuevas compras de combustibles líquidos a Venezuela. "Dicen que me acerco a Chávez, pero estoy señalando que Venezuela debe integrar la matriz energética de la región", reprochó Cristina Kirchner hace pocas horas. ¿A quiénes les reprochó? Supuestamente (no nombró a nadie), a exponentes de un pensamiento distinto sobre el populista caudillo de Caracas.

La mención presidencial merece varias precisiones porque se corre el riesgo de que todo termine siendo igual. Salvo algunas voces ultramontanas, no se oyó a nadie que pidiera al Gobierno la ruptura de relaciones políticas o comerciales con Chávez.
La tradición de la diplomacia argentina ha sido, precisamente, la de conservar la relación con todos los países del mundo y tratar de influir en la resolución pacífica de los conflictos internacionales.
Romper con Chávez, porque es un líder cada vez menos presentable en el mundo, iría contra esa vieja práctica de la política exterior argentina.

Otra cosa es ignorar lo que Chávez hace dentro de Venezuela con el argumento de que no se debe interferir en los asuntos internos de otros países. Hace poco, la Presidenta le recordó al feroz dictador de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, que en su país se han violado -y se violan- todos los derechos humanos conocidos hasta ahora. Lo hizo en público y mirándole la cara.

Sería injusto comparar a Guinea con Venezuela y a Obiang con Chávez. No son iguales. Sin embargo, desde hace mucho tiempo llegan noticias alarmantes de Venezuela que afectan a las libertad públicas, a la intangibilidad democrática de su oposición y a la libertad de informar y de expresarse. Ya hay periodistas presos en Venezuela y algunos medios de comunicación privados han sido cerrados o trasladados al poder del Estado. Nunca se supo que alguno de los Kirchner le haya advertido a Chávez, aunque más no fuera en privado, sobre esos retrocesos en la democracia de un país con una larga historia democrática.

Otras singularidades marcan la especial relación entre la administración Kirchner y Chávez. La habitual tarea a cargo de la Cancillería recayó siempre en manos del ministro de Planificación, Julio De Vido, y hubo durante mucho tiempo un embajador paralelo, Claudio Uberti, eyectado del Gobierno cuando apareció en el Aeroparque al lado de la valija con cerca de 800 mil dólares. Uberti fue nombrado por Néstor Kirchner en el cargo de responsable de las autopistas, pero nunca se aclaró qué hacía como hombre influyente y decisivo en los negocios con Venezuela.

La Argentina tiene también relaciones comerciales, abismalmente superiores a la de Venezuela, con Brasil o con Chile. En estos últimos dos casos, son los diplomáticos de la Cancillería los que llevan las cosas y, cuando se interpone algún problema comercial, es el Ministerio de Economía el que interviene y opina. ¿Por qué la relación comercial con Venezuela debe pasar sólo por el cerrado y hermético tamiz de los "pingüinos"? ¿Por qué debía haber un embajador paralelo con frecuentes viajes a Caracas en aviones privados?

Una cosa es comprar y vender en Venezuela (encanto al que ni los norteamericanos se han negado) y otra es el compadreo argentino con Chávez en los últimos años. Esa relación tan cercana es peligrosa cuando el líder amigo es, al mismo tiempo, amigo de todos los dictadores del mundo, y sobre todo de los más peligrosos. Peligrosos no sólo para el gobierno de George W. Bush, sino también para las naciones más importantes de Europa. El caso del régimen teocrático de Irán es el más emblemático.

Chávez financia a muchas organizaciones sociales argentinas ligadas al kirchnerismo. Sólo una denuncia periodística hizo saltar a un embajador venezolano en Buenos Aires que prodigaba dólares fáciles y generosos. Otra denuncia periodística, sobre el hallazgo de la enigmática valija llena de dólares de Antonini Wilson, expulsó del Gobierno a Uberti, compañero de vuelo del venezolano en el avión rentado por el gobierno argentino.

La riesgosa complicidad política con el líder caraqueño tuvo su momento culminante cuando Néstor Kirchner le permitió a Chávez hacer en el estadio de Ferro un multitudinario acto contra Bush, cuando Bush estaba en Uruguay. La Argentina puede tener distintos niveles de relaciones posibles con Washington, pero lo único que no puede hacer es poner esa relación, ni ninguna otra, en manos de un tercero, sobre todo cuando el tercero es un protagonista interesado en agravar los conflictos.

Lula, Michelle Bachelet o Tabaré Vázquez conservan diferentes formas de relación con Chávez, pero en ningún caso se ha identificado a esos presidentes con el estilo o con las políticas del caudillo venezolano. Han tomado distancia a tiempo o tienen tal protagonismo internacional que la propia comparación hace de Venezuela una relación entre muchas más. Néstor Kirchner, poco propenso a frecuentar el mundo, no se cansó de frecuentar, sin embargo, a Chávez.



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También es cuestionable en el discurso oficial que se le deban "favores" a Chávez, cuando éste sólo ha hecho buenos negocios con la Argentina. El combustible que Venezuela le vende a la Argentina tiene el actual alto precio internacional (que el gobierno argentino lo resuelve, para que no se note, con sus famosos subsidios internos) y cobra también altas tasas de interés por los bonos soberanos que le compra.

La Argentina cayó en brazos de Chávez cuando se empezó a notar que el problema local no era la energía, sino la falta de condiciones para la inversión energética. La Argentina ya le vendió a Venezuela bonos por valor de casi un 50 por ciento de la deuda que le pagó al Fondo Monetario Internacional; este organismo le cobraría la mitad de los intereses que le aplica Chávez. La diferencia, no menor, es que el FMI monitorea las políticas internas y Chávez no está en condiciones de hacer eso: tiene problemas con su propia economía nadando en la abundancia de los petrodólares.

El problema no es, en resumen, la relación con Venezuela, sino el hermetismo, la extrañeza y la confusión que la envuelven.

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