domingo, 8 de junio de 2008

Galería de espectros: Calígula

Rafael Argullol Murgadas: Hoy en mi galería de espectros he visto el de Calígula.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al Calígula de Camus?

R.A.: El Calígula de Camus es todavía más inquietante que Calígula entendido como figura histórica, o el Calígula que nos han presentado los historiadores. Es más inquietante porque plantea algo sumamente limítrofe, que es la actitud o conducta de un hombre que ya ha acumulado todo el poder, que ya ha llegado al límite del poder humano, y de lo que ocurre entonces. Ahí es donde se inicia el drama y la sinrazón de Calígula. No es por tanto una obra de teatro sobre el poder, ni una obra en la cual hay una clara premonición del totalitarismo nazi que en aquél momento está ascendiendo, como se ha dicho tantas veces. Su aportación especial es el hecho de plantear qué ocurre no cuando se busca el poder, sino cuando se detenta. En ese sentido se plantea la incógnita de lo que le ocurre al hombre cuando se ha deificado o divinizado, sintiéndose un dios todopoderoso. Eso es lo que pienso que seducía a Camus: intentar investigar qué es lo que ocurre cuando se llega a esos límites. Y no es solamente el reino de la gratuidad, de la arbitrariedad y de lo absurdo; lo que ocurre es todavía más preocupante: es la instalación de la tiranía del tedio y la monotonía. Aquello que verdaderamente atormenta al Calígula de Camus es que una vez lo ha conseguido todo, nada puede hacer contra el principal enemigo del poderoso, que es la propia reiteración, rutina y monotonía. Nos encontramos la paradoja de que la criatura que ha acumulado más poder se ve finalmente envidiando a criaturas más humildes y modestas, para las cuales la tiranía del tedio no es la existencia cotidiana. Por lo tanto Calígula de Camus planteó la crueldad, la violencia y la obtención del poder, y por tanto también políticamente el poder totalitario que se estaba dando en el siglo XX. Pero más allá de ese análisis incluso proyectado hacia el siglo XXI, consiste en el fantasma de lo que ocurre con todos nosotros una vez accedemos a la posesión. Cuando vemos consumada la posesión, empieza algo muy desasosegante, que es la monotonía ulterior a la posesión.

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