domingo, 8 de junio de 2008

FELIX DE AZUA.

Abandona toda esperanza si zapeas

Hace poco escribí sobre la imposibilidad de escapar al mercado mediático y añadí que incluso los terroristas se ven obligados a proyectar sus atentados teniendo en cuenta los informativos de la televisión. Eso significaba, decía, que también los atentados terroristas juegan en un sector de bienes de consumo. Varias personas protestaron.

En realidad el fenómeno no es nuevo sino que nació con los regímenes totalitarios del siglo XX, como señaló con lucidez Walter Benjamin. Los primeros en utilizar cine, prensa y radio para la formación de masas fueron Mussolini (el más "progre" de su tiempo) y luego Hitler. El uso que se hacía de los medios en EEUU desde mucho antes era distinto porque las empresas no eran estatales, aunque fueron ellos quienes comprendieron su enorme energía masificadora.

Creo que fue durante la Segunda Guerra cuando el espectáculo de la destrucción, la muerte y el dolor masivos, eso que ahora llamamos terrorismo, pasó a formar parte del mercado mediático. Con limitaciones. Por ejemplo, no se emitieron las espantosas imágenes de los campos de exterminio hasta casi quince años después de terminada la guerra. Nadie les podía sacar beneficios. Cuando los aliados tomaron Roma, el general Mark Clark, jefe del Quinto ejército, se quejaba amargamente de que lo habían hecho coincidir con el desembarco de Normandía: "Fíjese. Ni siquiera nos han dejado los titulares de primera", manifestó indignado. En su estado mayor había cincuenta personas dedicadas a las relaciones públicas. Al Qaeda comprendió muy pronto que no podía ganar ninguna batalla si no disponía de ejército mediático propio y para entender la guerra de Irak se requiere una buena formación en economía mediática.

El monopolio de la violencia es del estado, pero su mercantilización no. Ningún estado, o mejor dicho, ningún gobierno puede dejar de intervenir en el mercado mediático, sea legal o ilegalmente. Las guerras entre naciones suelen animar guerras entre consorcios mediáticos. Muchos clientes son meras víctimas colaterales. También algunos soldados. Y algún oficial.

Artículo publicado en: El Periódico, 31 de mayo de 2008.

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