lunes, 9 de junio de 2008

EL TENDÓN FLEXOR- JUAN JOSÉ MILLÁS.

El tendón flexor

¿Se han preguntado ustedes, dice el locutor de radio, por qué los pájaros duermen de pie? Son las ocho de la mañana y me acabo de levantar. Estoy pelando una naranja mientras en el microondas da vueltas una taza de agua, para el té. Me he despertado algo confuso, sin ganas de sacar adelante el día. La pregunta del locutor me distrae de problemas existenciales más duros. ¿Por qué los pájaros duermen de pie? ¿Por qué no duermen acostaditos, boca arriba, tapándose con una hoja? Ya puestos, ¿por qué no van a la oficina?, ¿por qué los pájaros no tienen yernos o nueras?, ¿por qué no domicilian sus recibos en el banco?, ¿por qué no solicitan una hipoteca para hacer el nido?

La bandeja del microondas ha parado de girar. Saco la taza e introduzco en ella un sobrecito de té verde. Tomo té verde porque el médico me ha dicho que es antioxidante y anticancerígeno, al menos, tomado en cantidades industriales, o sea, ingiriendo 200 infusiones al día. Como resulta imposible meterse 200 tazas diarias de cualquier líquido en un cuerpo tan limitado como el nuestro, en las farmacias venden unas cápsulas de té muy concentrado. Pero se me olvida comprarlas. ¿Por qué, insiste el locutor, los pájaros duermen de pie?

Para resolver la cuestión, llega a la radio un catedrático que explica a la audiencia que las aves tienen en las patas un tendón flexor que funciona al modo del freno de mano en los automóviles. La sujeción de este tendón flexor es de tal naturaleza que se ha dado el caso de muchos pájaros que, habiendo muerto mientras dormían, continuaban al día siguiente perfectamente cogidos a la rama. La imagen del pájaro muerto sujeto a la rama me perseguirá durante las horas siguientes, quizá durante el resto de mi vida. Veo el cadáver del animal sujeto al cable del teléfono, como si no pasara nada. El viento despeina de vez en cuando sus plumas. Alguna, al haberse extinguido las funciones vitales, se cae y vuela hasta el suelo. Quizá se cuela por la ventana de una casa abierta. Tal vez un niño la coge y juega con ella sin saber que es la pluma de un difunto...

Pasan los días y el pájaro continúa perdiendo plumas hasta quedarse calvo. Pero ahí sigue, cogido al cable del tendido eléctrico (¿o se trataba del tendido telefónico?). La naranja que acabo de pelar sabe mal. A medicina. Me viene a la cabeza una imagen de infancia, en la cocina de mi casa. Mi madre se está comiendo una naranja de la que dice que sabe a medicina. Lo mismo que digo yo ahora. ¿Qué edad tendría entonces mi madre? ¿Qué edad tendría yo? El pájaro muerto es una metáfora de los hombres muertos que continúan yendo de acá para allá con sus maletines negros. El otro día, mientras estaba trabajando, llamaron a la puerta. Bajé a abrir (escribo en la buhardilla) y era un señor con un maletín negro. Preguntó por una persona que no era yo y se quedó desconcertado. Luego se fue y yo regresé a la buhardilla, pero ya no pude trabajar. La imagen del hombre del maletín me había turbado. Me recordaba al personaje de un cuento de Phil K. Dick. El cuento se titulaba Servicio técnico. Un tipo con maletín negro se presentaba en casa de alguien para arreglar un aparato que aún no había sido inventado. Venía del futuro y se había extraviado de algún modo. El hombre del maletín negro que llamó a mi puerta no venía del futuro, pero quizá estaba muerto y se mantenía en pie gracias a una especie de tendón flexor que tenemos los seres humanos en la cabeza.

El té es tá muy caliente y me quema la punta de la lengua. Sabía que iba a ocurrir esto, quizá lo busqué. Ahora no me sabrán a nada la fruta ni los cereales ni la rebanada de pan tostado con aceite de oliva. Un desayuno, por cierto, que implica un grado de sumisión sorprendente a la dieta mediterránea. Por un momento, imagino que tiro el té por la pila y me preparo un café cargado, de los de hace unos años. Y me lo subo a la buhardilla. Ni frutas ni cereales ni aceite de oliva. Se acabaron los anticancerígenos y los antioxidantes y las melatoninas. El ejercicio de rebelión imaginario me hace bien, me levanta el ánimo, que está por los suelos.

Ahora estoy sentado frente al ordenador. Lo suyo sería escribir sobre la actualidad, una actualidad que casi no cabe en sus costuras, una actualidad que revienta por los tipos de interés, por la inflación, por el precio del crudo. Pero la imagen del pájaro muerto y calvo sujeto a la rama (¿o era al tendido eléctrico?) gracias al tendón flexor continúa persiguiéndome. Escribe sobre él, me digo, escribe sobre él porque será el modo más eficaz de escribir sobre ti, que es lo que estás deseando.

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