viernes, 1 de mayo de 2009

publicado en un foro bajo seudónimo

ESCRITURA AUTOMÁTICA

La única misión de este apartado es la de abarcar todos aquellos escritos que son creados desde la distancia más lejana posible a la razón. Consiste en ponerse a escribir casi sin pensar, no se puede parar, no vale el descanso, las manos deben seguir el movimiento de las falanges, de los huesos, para no desesperar y seguir el camino envolvente e inequívoco de una atragantada, todo sale de repente, no hay forma de parar, las letras vienen como vienen éstas de ahora, nunca jamás se puede reciclar la pila de frases que van saliendo. Para ello es preciso estar en perfecto estado de inspiración o tener una idea clara del final objetivo del escrito. No vale la parada, el fugaz descanso, todo viene de seguido, los brazos no pueden descansar, la cabeza debe emitir un sonido parecido al ordenador abotargado, los músculos deben tensarse con el don preclaro de evocar los sueños. El resultado no es lo importante, lo que verdaderamente cuenta es la plena disposición para emitir, apartados de todo tipo de inconvenientes, nuestra plenamente calmada o hiperactiva forma de pensar.













IV MANIFIESTO SURREALISTA (por Rimbaud)


El ser humano, en base a su conocimiento razonable de la realidad, la transforma. El proceso de transformación, que debería ser puro amor para retornar a la primera forma de la que procedemos, constituye en el siglo XXI, destrucción automática y comedida del entorno, así como del aliento hermosísimo del aura inmaterial que nos envuelve. Los sueños, tan olvidados, constituyen en nuestros días esperanza para la poesía, movimientos sísmicos de palabras que hagan temblar como fosas, como fallas, el abrazo mutuo de la tierra, de las letras, de las imágenes.

Según Louis Aragon el surrealismo habría sido descubierto por Crevel en 1919. Y Breton da la siguiente definición del surrealismo: "Automatismo psíquico puro mediante el cual uno se propone expresar el verdadero funcionamiento del pensar. Dictado del pensar ajeno a cualquier control de la razón."

¿Pero quién puede decir que es éste y no otro el verdadero funcionamiento del pensar? El vocablo "pensar" ya implica control. El pensar es la vida interior. Es, según Descartes, conocimiento, sensación, pasión, imaginación, volición. El pensar es memoria, imaginación y juicio. No es un cuerpo simple, sino compuesto.

¿Creéis que es posible separar, apartar alguno de sus componentes? ¿Podéis mostrar algún poema nacido de este automatismo psíquico puro del que habláis? ¿Creéis que el control de la razón no se lleva a cabo? ¿Estáis seguros de que estas cosas de apariencia espontánea no os llegan a la pluma ya controladas y con el pase-libre horriblemente oficial de un juicio anterior (tal vez de larga fecha) en el instante de la producción?

El surrealismo puro del que hablaba Breton adquiere límites, pero el surrealismo debería conocerlos o debería estar sometido a una expansión contenida. Incluso los primeros surrealistas tomaron como biblia auténtica de su pensamiento el psicoanálisis de Freud y el marxismo, de cuya estancia es muy difícil escapar.

El verdadero golpe a este mundo surrealista debería ser pura, automática y anatómica expresión libre, un surrealismo más sutil, más hermoso, una verdadera explosión artística de un caudal de creación tan ancho que impidiera cualquier tipo de influencia política o moral de cualquier tipo. Esto que es hermoso para un ser, puede perfectamente resultar horrible para otro.

El ser humano, como ola de carne, discurre en conflictos tremendos donde inútiles pensadores cometen crímenes. No es surrealista el hecho de que el país más poderoso del mundo siga enviando tropas a un país en su papel de liberador orgulloso de su acción, tampoco es surrealista que alguien decida en su reflexión más íntima cambiar el color de su piel, no es surrealista tampoco el detrimento impartido hasta la saciedad por partidos políticos, haciéndose valer para ello de la lacra de los sentimientos en que creían otros. No hay que confundir lo surrealista con lo absurdo.

El surrealismo consiste en la afirmación precisa de una bofetada creativa, es la vomitiva de palabras encadenadas, pseudo-automáticas, en la que la mente se acoge a la razón pero impedida por ésta, casi ausentándola, doliéndola, maltratándola. El surrealismo no es, pues, caos, no es destrucción, es más bien una construcción torcida, a punto de caer, una ironía metafísica, un beso que casi se da, que ya se ha dado, que nunca nadie pudo verlo verdaderamente. Es la evidente contemplación doble, triple, cuádruple… de la realidad desligada al realismo, desvinculada de él, casi enemiga. En el verdadero realismo, es la magia de sí mismo, es la deuda que tenemos con él por nuestros sueños; nuestra desenfadada contemplación erudita y metamórfica de nuestro párpado, de la simpatía y antipatía de nuestra retina para con él. Es desear buenos y malos momentos a la vez, es la vida misma, la explicación subyacente de la ausencia definitoria.

Por eso es un honor iniciar este espacio dedicado con entusiasta emoción al desarrollo de esta iniciativa, de este modo de pensamiento. Quedémonos en ser niños para siempre, las imágenes de la infancia son puras transiciones surrealistas, volvamos pues a ese momento.

Así pues, para amenizar con la más exacerbación posible la alegría de crear un apartado dedicado a esta cuestión, presentaré una serie de apartados donde quede plasmada nuestra sensación intacta resuelta en torno a la más exhaustiva y magnífica exaltación de nuestros sentidos. En principio daremos vida a una serie de puntos que seguramente vayan creciendo, siendo comentados previamente, para contener de la forma más lograda posible, nuestro acercamiento intacto a lo que es nuestra vida, la vida misma, el aliento nuestro, condimentado preciosamente sobre los orificios nasales o la boca, sobre el alma misma de nuestro ente corpóreo.

Jugando están los niños en el parque: ríen, sueñan, imaginan… Esperando estoy en los columpios, esperando las palabras, las imágenes, que me hagan balancear.