jueves, 1 de enero de 2009

Malestar en la poesía

En la revista La Pecera, de Mar del Plata, se lee una nota editorial firmada por OP en la que se señala la absoluta dominación de la "sociedad del espectáculo" (un concepto acuñado por Guy Debord) incluso en el mundo de la literatura. Básicamente, que allí no imperan valores sino imágenes, simulacros.

OP va más allá y dice que teoría universitaria y periodismo parecen darse de patadas pero en realidad contribuyen a darle valor mediático a los objetos literarios, cuyo valor precisamente no es lo que está en juego.

Cito esta interesante frase de OP: ... "Se llega hasta exultar un producto maltrecho que más que síntoma social es un accidente. De ahí, por ejemplo, que leamos que un adjetivo inadecuado y mal puesto, a diferencia del de Huidobro, es acá una hipálage (1). O bien que un relato desproporcionado e inverosímil -aristotélicamente hablando- sobre la reciente historia argentina, se transforme, gracias a la magia de la teoría, en una interpretación etnográfica del desencanto generacional contra el realismo...".

Todo esto me permitió entender una escena insólita que presencié hace dos años en el Centro Cultural Rojas de la UBA cuando, durante una serie de mesas redondas destinadas a presentar el libro "30 años de poesía argentina", dos poetas se exaltaron y comenzaron a acusar a ciertos grupos y a ciertas personas de "marketineros".

El hecho me pareció de Gran Guignol, porque siempre pensé que, con un género antieconómico y marginal como la poesía, el marketing poco podía hacer. La discusión en torno al término fue violentísima y abundante en escatologías. Luego formé parte de un debate en el excelente sitio Las elecciones afectivas en el que hubo ejes tales como la presunta indigencia intelectual de la generación poética post 2001, el desconocimiento de la tradición --de la historia de la poesía local al menos--, la poesía perfomática y otros.

No sé ustedes, pero a mí me pareció que desde que se habla de la generación de los noventa, todo se enrareció un poco. Este blog se propone hablar de ese malestar, y de aquel otro, del que la poesía era significativo testimonio, sin dejar de ser básicamente un hecho estético. La idea es también tomarle el pulso a la poesía que se está publicando en libros, blogs o cualquier otro vehículo. Veamos lo que pasa.

(1) hipálage.
1. f. Ret. Figura consistente en referir un complemento a una palabra distinta de aquella a la cual debería referirse lógicamente. El público llenaba las ruidosas gradas
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Como bien dice Aulicino, en distintos blogs, ya hubo varios conatos de polémica a propósito del estado actual de la poesía argentina. Estos incluyeron una revisión de algunos momentos representativos de lo que ocurrió en Buenos Aires (y por extensión, en Rosario y Bahía Blanca)con el llamado objetivismo y con lo que se consideraba su contrapartida, el neobarroco. También se discutió si efectivamente hubo una "generación del 90", tratando de explicar en qué consistió y cómo reflejó los logros de la tradición. Por último, se discutió –y mucho– sobre la pertinencia de considerar una tradición para la poesía argentina contemporánea, buscando definir sus líneas de fuerza y la manera en que éstas llegan –o no– hasta el presente.

El problema, en todo caso, es que esta discusión les interesa más a aquellas personas que, por edad y lecturas, tienen una posición tomada antes que a los jóvenes quienes, salvo raras excepciones, han decidido permanecer al margen.

Tal vez valdría la pena preguntarse por qué o tratar de entender en qué consiste ese margen, si es que efectivamente existe.

Acaso, para terminar, el problema sea todavía más grave y hayamos retrocedido al nivel de considerar que no vale la pena discutir estas cuestiones y que lo único que importa sea "expresarse" (sin importar cómo), lo que nos estaría llevando directamente al pegajoso camino de la estupidez.

Publicado por: jorge fondebrider